Los Hijos de los Días
Enero 30: La catapulta
En 1933, Adolfo Hitler fue nombrado canciller de
Alemania. Poco después, celebró un acto inmenso, como
correspondía al nuevo dueño y señor de la nación.
Modestamente, gritó:
—¡Yo estoy fundando la Era de la Verdad! ¡Despierta,
Alemania! ¡Despierta!
y los cohetes, los fuegos artificiales, las campanas de las
iglesias, los cánticos y las ovaciones multiplicaron los ecos.
Cinco años antes, el partido nazi había obtenido menos del
tres por ciento de los votos.
El salto olímpico de Hitler hacia la cumbre fue tan
espectacular como la simultánea caída hacia el abismo de
los salarios, los empleos, la moneda y todo lo demás.
Alemania, enloquecida por el derrumbamiento general,
desató la cacería contra los culpables: los judíos, los rojos,
los homosexuales, los gitanos, los débiles mentales y los
que tenían la manía de pensar demasiado.