Los Hijos de los Días
Febrero 24: Una lección de realismo
En 1815, Napoleón Bonaparte se fugó de su prisión en la
isla de Elba y emprendió viaje a la reconquista del trono de
Francia.
Marchaba paso a paso, acompañado por una tropa creciente,
mientras el diario Le Moniteur Universel, que había sido su
órgano oficial, aseguraba que los franceses estaban locos de
ganas de morir defendiendo al rey Luis XVIII, y llamaba a
Napoleón violador a mano armada del suelo de la patria,
extranjero fuera de la ley, usurpador, traidor, plaga, jefe de
bandoleros, enemigo de Francia que osa ensuciar el suelo
del que ha sido expulsado, y anunciaba: Este será su último
acto de locura.Pero por fin el rey huyó, nadie murió por él, y Napoleón se
sentó en el trono sin disparar ni un tiro.
Entonces el mismo diario pasó a informar que la feliz
noticia de la entrada de Napoleón en la capital ha
provocado una explosión súbita y unánime, todo el mundo
se abraza, las vivas al Emperador llenan el aire, en todos
los ojos hay lágrimas de alegría, todos celebran el regreso
del héroe de Francia y prometen a Su Majestad el
Emperador la más profunda sumisión.