Hebreos 7,20-22
El autor de esta carta está exhortando a sus lectores que dejen de mirar el viejo pacto que se fundó en el tiempo de Abraham y Melquisedec. Pacto aquel que se basaba en la búsqueda de lo perfecto, de lo limpio y puro, para ofrecer a su Dios, el mismo Dios que se desentiende de su pueblo, porque ellos no son capaces de obedecer sus mandatos. Sin embargo, es ese Dios que ama y quiere liberar a su pueblo, el que hace un pacto nuevo, una alianza nueva con ellos a través de Jesucristo, el único sacrificio perfecto, sin manchas de pecado.
Vivimos siempre en búsqueda de la excelencia, de las mejores marcas, los elementos de cocina mejores y más modernos, las máquinas de cultivo más modernas, las más nuevas vestimentas y calzados, etc. Y vamos dejando guardados en el galpón, aquellas cosas que ya son tan viejas que ni siquiera pueden llegar a venderse, que ya no responden a las “necesidades del mundo moderno”. Pero a diferencia de esa actitud en nuestra vida cotidiana, muchas veces queremos vivir la fe de la manera antigua, llena de ritos, buscando la perfección para tratar de agradar a Dios con nuestras ofrendas, basados en el “pacto de Melquisedec”, tratando de asegurar nuestra salvación, el perdón de nuestros pecados por medio de las obras, de ofrendas.
Dios nos ha dado la certeza de la salvación por fe, en el único sacrificio perfecto, el de Jesucristo.
Moara Benetti
Hebreos 7,11-22