Deuteronomio 5,33
La historia del pueblo de Israel, tras la salida de Egipto, nos muestra cómo fueron abriéndose camino por el desierto hasta llegar a la tierra prometida, y todo lo que aconteció en ese andar.
Ese mismo caminar también lo realizaron en la comprensión y vivencia de un Dios que, en parte, no conocían, pero que siempre los acompañó.
Tal vez nos parezca extraño que el pueblo no conociera del todo a Dios, siendo que él ya se había aparecido a sus antepasados; pero así fue. Sin embargo, Dios sí los conocía, sabía cómo eran y nunca apartó su presencia en su peregrinar.
Y esto me parece hermoso y esperanzador: saber que Dios nos acompaña en nuestro caminar. Pero hay un llamado que él nos hace, y es que sigamos su camino. Ciertamente, no tenemos un mapa que nos indique cuál es “el” camino de Dios, sus senderos, curvas y demás. Pero lo que sí tenemos, es aquello que nos orienta y nos dice qué parámetros seguir para no desbarrancar, y eso es su palabra.
La palabra de Dios nos enseña que debemos amar, perdonar, ser justos y no olvidar que por gracia hemos sido salvados. Sabiendo esto, no importa la forma en que queramos caminar. Sabremos que si escuchamos, vivenciamos y practicamos la palabra divina, aquella que el pueblo escuchaba, nunca estaremos solos en nuestro caminar.
Señor, déjanos caminar por tus senderos y descubrirte en nuestros hermanos y hermanas. Amén.
Joel A. Nagel
Deuteronomio 5,23-33