Por ejemplo, si alguien va con su compañero al bosque a cortar leña y, al dar el hachazo, se le escapa el hacha del mango y alcanza a su compañero y lo mata, podrá huir a una de esas ciudades, y de esta manera salvará su vida.
Deuteronomio 19,5
Aquí se cita un caso de homicidio no intencional y se habla de ciudades a las que podrá huir quien involuntariamente llevó a cabo ese acto. Son ciudades especiales de las que se dice en el texto que Dios manda a que estén en el país que dará a su pueblo, y que deben estar disponibles para estos casos. No deben estar alejadas, como para que quien no es realmente culpable tenga un pronto refugio. En estos textos llenos de duras leyes que incluyen la pena de muerte, se destaca esta posibilidad de salvación, de aplicación de una ley que contempla matices en las intenciones humanas. Este tipo de leyes evita juicios apresurados y venganzas. A lo largo de la historia y en algunos países, se evolucionó desde cortarle la mano al que se supone que robó, por ejemplo, hasta analizar si realmente lo hizo, por qué y cómo se puede evitar que él u otros vuelvan a cometer un hecho criminal. A esta evolución contribuyó la Biblia y el cristianismo. A pesar de ser parte de un sistema penal primitivo, estos versículos nos motivan a pensar qué es ilícito y qué no lo es. Además amplían el horizonte de beneficiarios de derechos, lo cual continuó a lo largo del tiempo al contemplar los derechos de las mujeres, de las personas de otras razas y de los animales. Si incorporamos además el hecho de que todos somos culpables y salvados sólo por la gracia de Dios, quedamos preparados para no juzgar a otros apresuradamente.
Tomás Tetzlaff
Deuteronomio 19,1-13