Juan 1,22
Queridos hermanos y hermanas, apenas estamos empezando un nuevo año, tomando lentamente impulso, para emprender un nuevo caminar a lo largo de los próximos 365 días que comprenden el año 2018, y, es oportuno que nos detengamos en estas dos preguntas formuladas por el evangelista en el pasaje de hoy. El cuestionamiento está dirigido a Juan el Bautista pero cabe perfectamente también en nuestras realidades.
Mucho se dice por afuera acerca de lo que somos o lo que dejamos de ser. Mucho se opina de las actitudes de los demás, de su manera de pensar e incluso de sus convicciones. Mucho se intenta decir sobre cómo es realmente el otro y por qué hace tal o cual cosa. Ese tipo de actitud ya es casi “normal” en muchos de los contextos en los que estamos inmersos, pero, ¿quiénes somos de verdad cada uno de nosotros? y, ¿qué podemos decir sinceramente de nosotros mismos? ¿Nos conocemos realmente tanto para poder hacer tal ejercicio de auto-reflexión y auto-evaluación? ¿Cuáles son nuestros miedos y debilidades que tenemos ocultos bajo siete llaves? Pero también, ¿cuáles son nuestras fortalezas y nuestros dones que nos caracterizan como personas únicas? ¿Cuáles son los dolores y las tristezas que cargamos en silencio y cuáles las alegrías que nos renuevan y nos permiten seguir adelante? ¿Cuántos logros que nos han hecho crecer quedaron ofuscados y cuántos fracasos son recordados?
No es fácil contestar estas preguntas, pero los y las invito a que puedan reflexionar con ellas. Juan sabía la respuesta a las preguntas que le planteaban: Yo soy la voz que clama en el desierto, dice. Y nosotros, ¿quiénes somos?
Que nuestro Dios misericordioso permita abrirnos a nosotros mismos para poder ver con ojos limpios a los demás. Amén.
Karla Steilmann
Juan 1,19-28