Efesios 5,21
Cultivar la mutua sumisión en la pareja nos da la pauta de que es algo que se va construyendo, aprendiendo en el día a día. Es como la huerta, hay que sembrarla, cultivarla, luego cuidarla y regarla para disfrutar de los frutos de la cosecha. La sumisión, según el apóstol, no es algo innato sino que hay que aprenderla, en un ámbito de fidelidad a Dios. Esposo y esposa, en pie de igualdad, están sometidos a Dios para la realización de las funciones que él les ha asignado, y sometidos el uno al otro. En nuestros tiempos en que el individualismo y la realización personal son valores inculcados por sobre los demás, la sumisión mutua en pareja puede parecer como un yugo o una carga.
Leí en una publicación sobre una joven pareja que decidió unir sus vidas en matrimonio; primero querían establecerse en sus trabajos y construir su casa propia, luego tendrían hijos. Pasaron los años y lograron hacer realidad los dos primeros puntos, pero cuando quisieron tener hijos, una repentina enfermedad de la esposa le quitó la posibilidad de engendrar un hijo. ¿Y ahora? Según palabras del esposo: “Por pensar demasiado en nosotros mismos nos perdimos la oportunidad de engendrar un hijo propio con mi esposa”.
La palabra de Dios puede sonarnos extraña o fuera del contexto actual. Pero es sabiduría para una vida plena y abundante. Y Dios no se equivoca; él dispuso todo en un orden sano y para el goce y disfrute de sus criaturas. Seamos obedientes a ella. Cultivemos con paciencia la sumisión mutua, y a nuestro Creador y dador de vida.
Fabián Pagel
Efesios 5,21-33