me encuentro
ni los dedos
porque
una vez
que se acomodaron
todos
mis ladrillos
el viento dijo:
hay-que-empezar-de-nuevo-cada-vez
y sopló
sin misericordia
a mis comodidades.
pero
el error
fue sentarme
a esperar
que crezca el pasto
creyendo
que la espiral
la enredadera
y la mañana
eran de porcelana.
ahora
me busco
y me encuentro,
me armo
y me desarmo,
cavo
tan profundo
que ni me veo.
insisto en aferrarme
al aire a la liebre a la tormenta
y a la luna,
soy menguante,
desaparezco.