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Mi Fidel, nuestro Fidel
Mi Fidel, nuestro Fidel
Descripción:

Desde niña aprendí a querer a Fidel, era algo inconsciente, intuitivo, siempre le decía a mi padre qué grande tú eres papá, y él me explicaba, mira mi cielo, yo soy un hombre alto, el grande es Fidel.

Libreto:
Desde niña aprendí a querer a Fidel, era algo inconsciente, intuitivo, siempre le decía a mi padre qué grande tú eres papá, y él me explicaba, mira mi cielo, yo soy un hombre alto, el grande es Fidel. Yo lo recordaba vagamente vestido de verde olivo junto a un grupo de rebeldes barbudos, cuando pasaron en camiones por mi barrio en El Caney al triunfo de la Revolución, y la algarabía del pueblo por la victoria, todo el mundo quería abrazarlo o, aunque fuera, tocarle las manos.

Después escogí la carrera de Periodismo, y qué tiempo tan hermoso me tocó vivir y reseñar; una elección que me dio la oportunidad única de estar cerca de él en innumerables ocasiones.

La que me marcó para siempre fue la del 11 de marzo de 1978, cuando él encendió la Llama Eterna que arde en honor a los héroes y mártires del II Frente Oriental Frank País, en de Santiago de Cuba. Era el aniversario 20 de la creación del frente guerrillero que comandó el entonces Comandante Raúl Castro durante la guerra de liberación nacional. Tuve la alta responsabilidad de atender esa cobertura y el recorrido del Comandante en Jefe y los demás dirigentes de la Revolución.

Después tuve otro tremendo privilegio profesional: me seleccionaron para la cobertura del centenario de la viril Protesta de Baraguá, el 15 de marzo de 1978, en el mismo escenario de los hechos cuando la hidalguía e intransigencia revolucionaria de Cuba brilló en lo más alto en la voz de Antonio Maceo.

Así se sucedieron vivencias junto al Líder con delegaciones de alto nivel que visitaban la ciudad de Santiago de Cuba. En aquellos años Fidel inauguró muchas obras en esta tierra oriental, varias de las cuales tuve la oportunidad de reseñar, además de aniversarios del asalto al Cuartel Moncada, atacado el 26 de julio de 1953 por un grupo de jóvenes corajudos dirigidos por él.

Durante los años 1986 y 1987, cuando La Habana se convirtió en un laboratorio de la Revolución, dicho así por el propio Fidel, tuve la suerte de estar trabajando en la sede central de la Agencia de Información Nacional, ahora Agencia Cubana de Noticias, en la capital.

Así estuve en diversos encuentros de él con intelectuales, médicos de la familia, constructores, en inauguraciones de obras, visitas a distintos sitios; a veces ni la propia dirección de la Agencia sabía que donde yo estaba había llegado Fidel, pues muchas veces él iba a los lugares sorpresivamente.

Hay otros momentos que no puedo olvidar como delegada a TRES Congresos de la Unión de Periodistas de Cuba, el QUINTO, SÉPTIMO y OCTAVO, y lo más importante: con la dicha de tener su aleccionadora presencia en los DOS primeros, ya en el OCTAVO él se había enfermado y nos acompañó Raúl.

Lo sentí bien cerca al invitarnos a una Tribuna Abierta, en el Palacio de Convenciones, en enero de 2000 por la liberación del niño Elián, también a la inauguración del Amadeo Roldán, reconstruido luego de ser prácticamente quemado, y de las instalaciones de Bellas Artes, en la Habana Vieja, en ese afán suyo por cimentar una cultura general integral en el pueblo.

En 2016, cuando tuve la triste misión de testimoniar el dolor del pueblo santiaguero ante su desaparición física, ese aciago 25 de noviembre, me quedó el consuelo de haber tenido mi propio Fidel, ese que cada cubano tiene muy cerca del corazón, donde se conservan los hechos más sagrados y los seres más queridos.

Fue un comentario de Aída Quintero Dip en la voz de Carlos Estrada

ACN RADIO


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