El mar que de niña mojaba mis pies me estremecía.
Me hacía feliz.
Chapoteando en el me metía.
En el retorno a casa me sentía, cual si perdiera a mi mejor amigo.
Y al volver mi rostro hacía la orilla mis labios con sabor a sal decía.
Volveré mañana mar querido. Por favor, no faltes a la sita.
Siempre fue fiel mi mar.
Pero, fui yo, que al marchar lejos un día, aúna tierra donde el sol no brilla.
Traicione la amistad que nos unía.
En su lugar hay lagos donde mis pies se hunden en la orilla
con una sensación desagradable.
Sus aguas son negras y profundas.
Respiro el aíre, deseando encontrar su olor perdido.
Mi alma se estremece al recordarte pero fui yo, quien falto a la sita.
Quisiera ser como mi nombre indica, y verme reflejada en tus aguas mi mar querido.
Gaviota