Deuteronomio 4,1
Cada vez que preparaba un tema nuevo, Pablo hacía lo imposible por ser creativo. Era fundamental encontrar alguna manera que atrajera la atención y el interés por parte de los alumnos, alguna manera para que el tema se relacionara con sus realidades. El desafío era grande. Pablo sabía muy bien que cuando no hay interés, cuando el tema no tiene relación con aquello que viven los alumnos, por más que él se esforzara iba a ser muy difícil alcanzar algo. Sin motivación ni disposición por aprender, no se escucha con la debida atención, no se pregunta ni se busca, no se aprende y se puede creer que ya se sabe todo. Sin la mínima atención se pueden cometer las mismas equivocaciones una y otra vez.
Pareciera ser que con el pueblo de Israel de los tiempos bíblicos sucedió algo semejante, pues éste debió ser recordado, una y otra vez, de todo lo bueno que Dios había hecho, así como de sus enseñanzas y leyes para una convivencia justa y en paz. Esto también sucedió con las primeras comunidades cristianas, así como con la iglesia cristiana a lo largo de su historia. Pero no vayamos tan lejos. Esto también sucede con nosotros hoy, con nuestra iglesia, con nuestra comunidad, conmigo y contigo. Tenemos la necesidad de ser recordados, de rememorar lo bueno que Dios hizo y hace, y así también de sus enseñanzas y leyes. Ahora pues,… escuchen las leyes y decretos que les he enseñado.
¿Cuáles de sus enseñanzas y leyes me hablan e interpelan hoy de manera especial?
Pedro Kalmbach
Deuteronomio 4,1-14