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Pateras y llantos en el mar
Pateras y llantos en el mar
Descripción:

Narrativa corta. De Gaviota Romero Blandino  Este pequeño relato puede ser lo vivido por tantos hombres, mujeres, niños y jóvenes, que perdieron sus vidas, a cambio de llenar los bolsillos de algunos hombres sin escrúpulos. Todos ellos son protagonistas de esta narrativa. A ellos y a sus recuerdos, se la dedico con amor, y respeto.

Libreto:
La península ibérica queda separada del norte de Marruecos por tan solo 14 kilómetros, desde Tánger a Tarifa. Muy cerca y a la vez tan lejos, pues en el estrecho de Gibraltar se juntan dos mares: el Atlántico y el Mediterráneo; las corrientes marítimas son muy fuertes, lo que empeora la situación, es cuando sopla un fuerte viento de levante o poniente, eso dificulta en gran manera poder cruzar sobre todo en pateras.

Mirando al mar, con la vista perdida en el horizonte, pensaba:

-Mañana será el día tan ansiado, tan esperado; saldré muy de mañana a una nueva tierra donde espero encontrar la solución a mis problemas. Se terminará el hambre y las penurias, ya mis pequeños no se irán a la cama con sus estómagos vacíos.

Nuestro amigo de este relato había trabajado muy duro en lo que pudo encontrar, así y todo, no pudo reunir el dinero que necesitaba para pagar al usurero que se aprovechaba de las desgracias de los demás.

Su pobre madre también trabajó en lo que pudo y le pudo completar para pagar un sitio en la próxima patera que saldría en unos días.

Por ser verano cobraban más, porque era probable que el mar estuviese en calma.

Sabía que con la llegada del invierno cobraban más barato, pero también era más arriesgado. Trabajó para poder sacar de la miseria a sus familias, como otros tantos.

Lo más triste es que siempre que se hundía una patera, era justo cuando casi podían tocar con sus manos la tierra vecina tantas veces soñada.

Llegó el día tan esperado, lo más difícil fue despedirse de su familia. Ya sentado en la patera, junto a 20 personas, entre ellas dos mujeres, una de ellas en avanzado estado de gestación, y cuatro pequeños de apenas 5 años. Recordó las lágrimas de su mujer y sus dos hijos abrazado a su cuello, deseándole que tuviera buen viaje y que pronto volviera por ellos. Sintió un escalofrío a pesar de que hacía calor.

Amaneció un día con un poco de levante y pensó: -Siempre y cuando no apriete el dichoso levante, todo, irá bien.

Pero no fue así, el levante soplaba muy fuerte, las olas eran altas, la pequeña embarcación parecía una cáscara de nuez a la merced del mar.

Nunca creyó que la patera fuera tan pequeña y que pudieran caber tantas personas en ella.

Los pequeños al igual que sus madres vomitaban sin parar, también muchos hombres estaban tan mareados que al no haber sitio, estaban unos encima de otros, nadie podía mantenerse ni siquiera sentado.

De pronto, una fuerte ola se llevó a los pequeños, a la madre y a uno de los hombres que intentó salvarlos.

Yo, no pude hacer algo para ayudarlos, pues dos jóvenes se pegaban a mi cuerpo como si fueran lapas, lloraban y gritaban, mientras la patera subía y se perdía luego entre las olas.

Otro golpe de mar se llevó a otros tres jóvenes, -¡Dios mío, esto es el fin! A pesar de que habíamos salido temprano ya estaba oscureciendo, el levante no amainaba, pareciera que con cada embestida de las olas la patera se fuera a partir en dos.

Una enorme ola volcó la barca y todos fuimos a parar al agua, en pocos momentos se tragó a todos los compañeros. Yo pude sujetarme a la barca, mis lágrimas se unían al mar, mis gritos de impotencia y desesperación eran ahogados por el sonido de las olas.

Cuando ya las fuerzas me abandonaban, alcancé a ver una luz que venía rápidamente hacia mí.

No supe cómo llegué a bordo de una lancha patrullera, solo sé que cuando abrí los ojos varios hombres se inclinaban hacia mí, intentando reanimarme.

-¡Qué suerte has tenido amigo! ¿Cuánto erais en la patera?

No pude contestarles, lloré mientras mi cuerpo temblaba sacudido por los fuertes sollozos.

-¡Vamos, cálmate! Y bebe esto caliente, te sentirás mejor me decían, mientras ponían encima de mis hombros una gruesa manta y en mis manos una taza de té.

Cuando llegamos a tierra había una ambulancia esperando la llegada de la patrullera.

Me ayudaron a bajar y me introdujeron dentro de la ambulancia.

Acostado en una camilla y en dirección según escuché al hospital, oía los comentarios, algunos airados, contra las personas que hacían negocio con las vidas y las necesidades de los pobres. Que injusta es la vida para algunos.

Desperté con un fuerte dolor de cabeza y mis labios los sentía hinchados y a grietados.

Fueron unos días muy malos, pues cuando conseguía dormir me despertaban horribles pesadillas.

Lo peor fue relatar paso a paso desde que la patera salió de Tánger:

me hacía daño recordar, era como si de nuevo viviera aquellos horribles momentos escuchando y viendo a todos mis compañeros ahogándose sin que yo, pudiera hacer nada para poder evitarlo, ¡Qué mal recuerdo de tal aciago viaje!

Tres semanas después, me volvieron de nuevo a mi punto de partida.

El viaje de vuelta lo hice en avión. ¡Qué diferencia a como viajamos para llegar a una tierra, donde todos teníamos puesto nuestra mayor esperanza!

¿Dónde estaban ahora todas las ilusiones, el anhelo, la expectativa de una vida mejor? Todos había muerto, yo era el único de los 19, que pudo sobrevivir.

Este relato es una pequeña gota de agua, de las desgracias de pérdidas de vidas, que viajan sin equipaje, sin billete, con una ilusión: la de llegar a una tierra mejor.

Las pateras siguen saliendo a diario de varios puntos de África.

El mar sigue cobrándose el viaje en vidas humanas.

El hombre para el hombre... siempre es un lobo.


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