Descripción:
EL OTRO
Recién llegado de un sueño,
sereno y palpable,
me quedé sentado a la orilla del tiempo.
Respiré profundo y me pareció verte con tu odio inmaculado.
Para vos los sueños son imposibles, anulaste los recuerdos para que no te traicionen el presente.
Te pude ver como una sombra transparente, menos aún, la sombra de una sombra perdida en medio de tanto barro acumulado. Te ahogabas creyéndote de pie y estabas de rodillas. Me quedé en tus ojos por un momento y dejé caer todos mis rencores, vos no podías ver.
Mirabas con un brillo ausente el humo que cubría tu contorno, te habían nublado la memoria y ahora tu piel estaba hecha de mentiras.
Yo podía respirar pero me desesperaba tu asfixia, tu garra elemental arañando los bordes del pasado, aferrándote a la miseria como queriendo regresar adonde ya no había nada.
Te juro que me tragué de un sorbo tu tristeza, pude comprender tu soledad y quise sostenerte porque la patria no es solo el otro igual a mí, vos sos el otro. Vos, que si pudieras estrellarme contra tu furia lo harías sin pensarlo, que si pudieras aplastar las netbooks contra el piso, descarrilar los trenes, cerrar la universidades en lo barrios, apedrear homosexuales hasta divorciarlos, arrancarle las alas a los aviones, derribar satélites con un palo, encerrar en una inmensa jaula a toda esa juventud tan peligrosa que milita porque ama, si la pudieras hacer desaparecer a esta yegua descarriada…
Me sorprendí llorando tu dolor, quise convidarte la mitad de mi esperanza para mojarte los labios que no dejabas de morder hasta sangrarlos. Quise abrazarte con la voz y soplarte el hollín de la mirada. Tantas cosas quise en ese instante. Quise que vieras lo mismo que yo, lavarte con luces hasta el alma, preguntarte quién te puso en el pecho su reloj para marcarte los pasos y robarte la calma.
Eras el miedo desnudo bajo el sol, estabas tan vacío temblando tu rencor que no pude más que ponerme de pie y correr hasta ese pozo donde te dejabas caer. Te hundías feliz y llorabas también, repitiendo las frases que te sembraron en la venas.
Salvarte hubiera sido pero que morir, no querías que mi ilusión te rozara tal vez, te habían vencido.
Un perfume de hojas secas me llegó desde el ayer, te dejé besando las brazas de la hoguera donde pretendías renacer y me fui hundiendo nuevamente entre la gente que en una plaza lloraba de alegría, de orgullo, de fe.
Desde algún lugar del cielo estaba empezando a llover.
-----alejandro ippolito----
(Texto a pedido del querido amigo Sergio Oreste Guiñanez)
Libreto:
EL OTRO
Recién llegado de un sueño,
sereno y palpable,
me quedé sentado a la orilla del tiempo.
Respiré profundo y me pareció verte con tu odio inmaculado.
Para vos los sueños son imposibles, anulaste los recuerdos para que no te traicionen el presente.
Te pude ver como una sombra transparente, menos aún, la sombra de una sombra perdida en medio de tanto barro acumulado. Te ahogabas creyéndote de pie y estabas de rodillas. Me quedé en tus ojos por un momento y dejé caer todos mis rencores, vos no podías ver.
Mirabas con un brillo ausente el humo que cubría tu contorno, te habían nublado la memoria y ahora tu piel estaba hecha de mentiras.
Yo podía respirar pero me desesperaba tu asfixia, tu garra elemental arañando los bordes del pasado, aferrándote a la miseria como queriendo regresar adonde ya no había nada.
Te juro que me tragué de un sorbo tu tristeza, pude comprender tu soledad y quise sostenerte porque la patria no es solo el otro igual a mí, vos sos el otro. Vos, que si pudieras estrellarme contra tu furia lo harías sin pensarlo, que si pudieras aplastar las netbooks contra el piso, descarrilar los trenes, cerrar la universidades en lo barrios, apedrear homosexuales hasta divorciarlos, arrancarle las alas a los aviones, derribar satélites con un palo, encerrar en una inmensa jaula a toda esa juventud tan peligrosa que milita porque ama, si la pudieras hacer desaparecer a esta yegua descarriada…
Me sorprendí llorando tu dolor, quise convidarte la mitad de mi esperanza para mojarte los labios que no dejabas de morder hasta sangrarlos. Quise abrazarte con la voz y soplarte el hollín de la mirada. Tantas cosas quise en ese instante. Quise que vieras lo mismo que yo, lavarte con luces hasta el alma, preguntarte quién te puso en el pecho su reloj para marcarte los pasos y robarte la calma.
Eras el miedo desnudo bajo el sol, estabas tan vacío temblando tu rencor que no pude más que ponerme de pie y correr hasta ese pozo donde te dejabas caer. Te hundías feliz y llorabas también, repitiendo las frases que te sembraron en la venas.
Salvarte hubiera sido pero que morir, no querías que mi ilusión te rozara tal vez, te habían vencido.
Un perfume de hojas secas me llegó desde el ayer, te dejé besando las brazas de la hoguera donde pretendías renacer y me fui hundiendo nuevamente entre la gente que en una plaza lloraba de alegría, de orgullo, de fe.
Desde algún lugar del cielo estaba empezando a llover.
-----alejandro ippolito----
(Texto a pedido del querido amigo Sergio Oreste Guiñanez)
HOLA CRISTINA, MIL GRACIAS POR TUS PALABRAS... SI BIEN SOY EL RESPONSABLE DE LA GRABACIÓN, SÓLO HE PUESTO MI VOZ A LA MAGNÍFICA, COMO MUCHAS, CREACIÓN DE MI HERMANO ALEJANDRO IPPOLITO... YA ME HE ENCARGADO DE ENVIARLE EL LINK PARA QUE SEPA DE TUS CONSIDERACIONES. MUY FUERTE ABRAZO. NORBERTO
Una emoción inmensa me ha llegado al leer las lineas de tu poema. No todos en este mundo tenemos esa sensibilidad especial que acarreas en tus palabras magníficas que conviertes en verso.