-¿Qué ofrecerás a la muerte el día que llame a tu puerta?
-Le tenderé el cáliz de mi vida, lleno del dulce mosto de mis días de otoño y de mis noches de verano.
¡No se irá con las manos vacías! Todas las cosechas y todas las ganancias de mi afán, se las daré, el último días, cuando ella llame a mi puerta.
Desciendo a las profundidades del mar de las formas, esperando encontrar la perla perfecta que no la tiene.
No más este navegar, de puerto en puerto, con mi barco viejo de naufragios. Ya se fueron los días en que mi gozo era dejar que me llevara el oleaje.
Ahora quiero morir en lo inmortal.
Llevaré el arpa de mi vida al tribunal que está junto al abismo sin fin de donde asciende la música que nunca fue tocada.
Y enlazaré mis notas a la música eterna, y cuando haya cantado su último sollozo, pondré mi arpa muda a los pies del silencio...
¡Muerte, último cumplimiento de la vida, Muerte mía, ven, y háblame muy quedo!
Día tras día, he velado esperándote, y por ti he soportado los goces y el sufrimiento de la vida.
Lo que soy, lo que tengo, lo que espero y todo cuanto amo, ha ido siempre hacia ti, en un profundo misterio. Mírame una vez más, y mi vida será tuya para siempre.
Las flores se encuentran enlazadas, y ya está lista la guirnalda para el esposo. Después de la boda la novia dejará su casa, y, sin ninguna compañía, en la noche solitaria, encontrará a su Señor.