Contáctese con Dante Casanova Sánchez
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En cada mujer y cada hombre existe un poeta escondido. Con frecuencia escriben versos que no se atreven a enviar a las musas y musos de su inspiración. Así, cuando quieren expresar sentimientos de amor, alegría, tristeza o despecho, recurren a los poetas clásicos. Y si la ocasión es muy especial, llaman a la emisora, para dedicar a su ser amado, la poesía más bonita en el mejor espacio romántico.
Dante Casanova Sánchez, actor de teatro y locutor peruano, miembro del elenco dramático de Radialistas, nos ofrece sus producciones: dos CDs con los poemas clásicos de mayor impacto popular durante el Siglo XX. Una selección de las obras de Gustavo Adolfo Bécquer, Amado Nervo, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Rubén Darío y César Vallejo, muy bien grabadas y en su propia voz. Escúchenlo.
El hermano ausente en la cena pascual
Abraham Valdelomar
La misma mesa antigua y holgada, de nogal
y sobre ella la misma blancura del mantel
y los cuadros de caza de anónimo pincel
y la oscura alacena, todo, todo está igual...
Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual
mi madre tiende a veces su mirada de miel
y se musita el nombre del ausente; pero él
hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.
La misma criada pone, sin dejarse sentir,
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero hoy no hay alegría ni el afán de reír
que animaran antaño la cena familiar;
y mi madre que acaso algo quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar..
La niña de Guatemala
José Martí
Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...
Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...
Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.
Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente ¡la frente
que más he amado en mi vida!...
Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.