Programa radial de este domingo 15 de septiembre en ¨Caminando con Jesús¨. Espacio de reflexión para compartir la buena nueva del evangelio. Reflexionar y ser testimonio del evangelio de cada domingo vivo de hoy, que nos invita a escuchar su palabra renovadora y la buena noticia, es lo que se propone cada domingo en esta transmisión radial. Nos podés sintonizar en CAMINANDO CON JESUS en RADIO UNIVERSIDAD 102.3 Y 99.5 FM, CADA DOMINGO a las 6:00 AM de la mañana y reprís a las 4:45 pm. Durante este programa te acompañó el P. Juan Ramiro Martínez, sj., en controles Pablo Canales, y su servidora AMARA DEL ROCÍO GALO, estudiante de ingeniería en sistema e integrante del CORO DE LA CAPILLA UNIVERSITARIA Del Evangelio según san Lucas 15, 1-32 Todos los recaudadores y pecadores se acercaban a escuchar a Jesús. Entonces los fariseos y los escribas empezaron a criticarlo. Decían: “Este hombre acepta a los pecadores y hasta come con ellos”. Jesús les dijo esta parábola: “Si uno de ustedes tiene cien ovejas, y se le pierde una, ¿no deja las otras noventa y nueve en el campo, y se va a buscar la que se le perdió hasta que la encuentra? Y apenas la encuentra, seguro que se la echa a los hombros lleno de alegría, y al llegar a la casa llama a los amigos y vecinos y les participa su felicidad diciéndoles: ‘¡Qué alegría! ¡Encontré la oveja que se me había perdido!’. Pues yo les digo que lo mismo sucede en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentirse. Y si una mujer tiene diez monedas de plata y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado su moneda hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas y les participa su felicidad diciéndoles: ‘¡Qué alegría! ¡Encontré la moneda que se me había perdido!’. Pues yo les digo que así es la alegría que hay entre
los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente”. Luego les dijo: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Él les repartió los bienes. Pocos días después, el hijo menor, juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde derrochó todos sus bienes, llevando una vida de libertinaje. Cuando se lo había gastado todo, vino un hambre terrible en esa tierra, y empezó a pasar necesidad. Entonces fue y se arrimó a uno de los habitantes del país, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y sentía ganas de calmar el hambre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me estoy muriendo de hambre! Voy a volver a donde mi padre y le digo: Padre, pequé contra Dios y contra ti. Ya no merezco que me llames hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros’. Y efectivamente emprendió el viaje y se fue a donde su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo divisó y se conmovió; corrió y lo recibió con abrazos y besos. El hijo empezó: ‘Padre, pequé contra Dios y contra ti. Ya no merezco que me llames hijo tuyo’. Pero el padre les dijo a sus sirvientes: ‘¡Pronto!, saquen la mejor ropa y vístanlo con ella; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el novillo más gordo, mátenlo y hagamos un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y resucitó, estaba perdido y lo encontramos’. Y empezaron el banquete.
Palabra del Señor