La música de Piazzolla no existe si no tocada por él : él es su música.
La música de Astor es una mezcla de pasado vivido profundamente; de la aplicación parcial de algunas técnicas armónicas contemporáneas; de un gusto por los comienzos del bíbop; de la música de Bach y de cierta rítmica de Bartok.
Es, también, rechazo por el desarrollo, gusto por la repetición y la utilización de esquemas formales por secciones, y una facilidad innata por el contrapunto.
Pero sobre todo, la música de Piazzolla posee una capacidad extraordinaria para hacer de todo eso un producto envidiablemente denotativo de un único lugar: Buenos Aires.
Con estas palabras del compositor Gerardo Gandini (último pianista del sexteto de Piazzolla), damos por iniciado el programa de hoy, dedicado a la música de Astor Piazzolla, interpretada por músicos de todo el mundo.
Piazzolla sigue estando en Buenos Aires como Gershwin en Nueva York.
El lugar más común, y a la vez el más contundente símbolo de su inolvidable paso por este suelo, es pensarle a Buenos Aires una música propia. Y concluir al instante que no hay otra mejor que la del bandoneón camorrero y serpenteante de Piazzolla.
Pero como en todo este tiempo el mundo siguió andando, quizá corresponde preguntar qué quedó vivo de su talento, dónde está su desafío. Porque en las radios suenan otras cosas.
Otra muestra de su genialidad fue haberle puesto una ajustada banda sonora a su vida de revolucionario sin banderas.
“Libertango”, para los puñetazos a la mesa con bronca; “Invierno porteño”, para la melancolía; “Decarísimo”, para la pasión; “Fracanapa”, para el lucimiento.
Piazzolla murió en 1992. A quién le importan los homenajes tan obvios como éste, si acá no más está la música?
El tango es una música impura, generada en múltiples cruces de lenguajes.
Tradiciones europeas y americanas popularizadas primero en Europa, y acá modificadas, modelizadas. Idioma en ejecución.
Una partitura de De Caro dice mucho menos que una grabación de su orquesta. El tango se construyó a sí mismo, a la medida de su propia evolución y sobre las propias experimentaciones.
Astor Piazzolla no hizo otra cosa que responder a la esencia del tango: la apropiación de tradiciones, la mezcla.
El Octeto de Gerry Mulligan de los años 50 fue el modelo para el Octeto Buenos Aires que Piazzolla armó junto a Enrique Mario Francini y Leopoldo Federico.
Dentro de la onda que en el jazz se llamó “tercera corriente”, Piazzolla se movió como pez en el agua, metáfora que no hubiera disgustado a un pescador de tiburones como él.
Los quintetos de los años 60 explicitan toda una teoría estética, cristalizada en discos antológicos como “Piazzolla interpreta a Piazzolla”, el “Adios Nonino” publicado por el sello Trova, o “las Cuatro estaciones”, grabado en vivo en el Teatro Regina.
No todo Piazzolla es genial, pero en todo lo que hizo hay algo de genial.
Los comentarios de este programa pertenecen a 3 artículos publicados en Página 12 el 4 de Julio de 1993.
“Cómo tocar con Charlie Parker”, de Gerardo Gandini; “La mezcla maestra”, de Diego Fischerman; y “El amor después del adiós”, de Victor Pintos.
Hoy, en LPMR, escuchamos música de Astor Piazzolla, cuyas composiciones e intérpetes fueron:
Fuga y misterio, por el violinista letón Gidon Kremer y la Kremerata Báltica.
Escualo, por los franceses Richard Galliano en acordeón y Sebastien Surel en violín.
Fracanapa, por el dúo italiano de Gianni Iorio en bandoneón y Pasquale Safano en piano.
Primavera porteña, por el grupo inglés Fugata Quintet.
La muerte del ángel, por el Trío Siciliano.
Adios Nonino, por el cuarteto femenino de cuerdas alemán Salut Salon.
Soledad, por el cellista franco-estadounidense Yo Yo Ma.
Revirado, por el Tanguedia Quintet de Finlandia.
Libertango, por el grupo vocal inglés The Swingle Swingers.
Y ….Oblivion, por el Trío Caravaggio de Italia.