En su interpretación, las voces de otros tiempos fueron dichas nuevamente. Y el mundo fue mejor.
Y pensar que estas maravillas son de personas que no saben ni leer ni escribir, como Gerónima Sequeida, que murió protestando que la habían dejado ciega, “…al no enseñarme a escribir me dejaron ciega.”
“Ese canto de precipicio”, decía Valladares que la asombraba, “esos despeñaderos del canto que son tremendamente dolorosos y abismales”.
Valladares, en su adolescencia, estaba encantada por el jazz, ese género que aportó lo suyo al origen del rock and roll.
Pero nunca se le ocurrió que por eso no debería ocuparse del canto de un pueblo, si eso la conmovía, como tampoco que esa conmoción la alejara del encanto que le producía el jazz.
Leda Valladares entendía que sólo el hombre y la mujer pueden sostener una fe……es su voluntad la que permite que “la magia de ese sonido, la magia del grito y de ese paisaje enorme de donde vienen esos cantos”, se conserve y pueda llegar a los oídos de millones.
Un par de temas de Valladares alcanzan para caer en la cuenta de que casi no se tiene idea de su fantástico talento.
El que la llevó a componer con la simpleza que sólo experimenta quien es dulce, y el que la llevó casi a la desesperación por buscar y grabar todas las canciones que sonaran por ahí en esos paisajes enormes.
Entendió de inmediato que lo máximo que podía hacer por apaciguar esos dolores era difundir su música. Y lo hizo a sabiendas de que es torpe tirar una gota de agua de río en el mar, no lo endulzaría; pero que no hacerlo haría al mar insoportablemente salado.
Por eso no vale de nada la queja de los que se quejan de que se la recordó en su muerte pero nunca se escuchó un tema……y tampoco se lo difundió habiendo tenido la posibilidad.
Valladares cantó canciones de amor, de tierra profunda, de soledades de desierto, de desolaciones………que dejan huella en la mirada de gente a la que se prefiere no mirar a los ojos.
Escuchar a Valladares es ingresar en un territorio de comunión con uno mismo: visitar esos lugares por los que difícilmente se camina; el dolor no se soporta, pero la felicidad menos.
En ese novedoso conocimiento que produce el escuchar a Leda Valladares, se descubre que los Stones tampoco fueron escuchados del todo. Que varias de sus canciones aún merecen nuevas y mejores pasadas.
Leda Valladares nació en Tucumán en 1919. Fue una cantante, compositora, literata, poeta, profesora de filosofía, pedagoga, musicóloga y folcloróloga argentina.
Su adolescencia transcurrió entre el blues, el jazz y la música clásica que escuchaba su padre. Antes de cumplir los veinte años, formó su primer grupo de música, con unos amigos: FIJOS. Es decir: Folclóricos, Intuitivos, Jazzísticos, Originales y Surrealistas.
Con el seudónimo de Ann Key comenzó a cantar jazz. Pero en esa época, la música era casi un juego y Leda cuenta que ella cantaba en inglés por fonética.
A los 21 años descubre a las bagualas y a partir de allí no se detendrá en recuperar ese canto anónimo de los valles y los montes de la Argentina. Ese trabajo minucioso sigue siendo hoy en día uno de los pocos realizados con la rigurosidad científica que se exigiría.
“Estaba en Cafayate, Salta. Era una noche de Carnaval, yo tenía 21 años y allí descubrí la baguala…
..Me desvelaron tres mujeres que se detuvieron frente a mi balcón. Yo nunca había oído hablar de la baguala y entonces me parecía que tenía que ser algo muy misterioso, muy poderoso….
… Después de escucharlas me prometí recuperar semejante regalo de la tierra. Eran rastros de una canción que tenía muchos siglos y se estaba descolgando, estaba desapareciendo”.
Allí toma la decisión de registrar esas melodías y hacer el Mapa Musical Argentino.
El texto del presente programa pertenece al autor Belauza, publicado en la página web Todo Show el 23 de Julio de 2012.
El disco que escuchamos hoy, Grito en el cielo, fue publicado en 1989.