Como un fantasma arltiano, uno de los artistas más inclasificables y profundos de la música popular argentina entró en su cueva de Almagro para definir en soledad una rosa de cobre hecha de canciones.
Hoy, en LPMR, el disco Yo vengo de otro siglo, que Alejandro del Prado grabó en 2008, año del voto “no positivo”.
La historia de Alejandro del Prado está plagada de paradojas.
Complementa una gruesa raíz popular, peronista, con el afán de ruptura que incluye la fuga permanente, tal vez motorizado por un miedo atávico al reconocimiento.
Un blanco móvil hecho de titubeos, vacilaciones. Alejandro del Prado sabe cómo cascotear cada uno de sus logros. La raíz y la vanguardia, ese mix sutil y aparentemente contradictorio, son herencia de Calé.
Calé le trasmitió el fútbol y la música. “¡Hasta llegó a mandarme al arco para ver si era como Musimessi, el arquero cantor!”, señala del Prado.
Calé lo hacía cantar temas de un disco de Troilo del ’57, ’58: ‘La calesita’, ‘Te llaman malevo’... Así se curtió del Prado.
Otro influjo clave fue su tío, Roberto Pérez Prechi. Bandoneonista de Osvaldo Fresedo, protagonista de noches largas con la orquesta de El pibe de La Paternal.
Lo que pasó después está marcado por Los Beatles. Cuando su padre, Calé, murió tomó la posta su madre María Esther, que le hacía escuchar folklore. Ahí se formateó todo: el tango de Calé, el folklore de mamá, mis Beatles, Spinetta y las murgas de la zona.
Formó Saloma –una agrupación básicamente vocal, configurada en la tristeza glacial de los peores años de la dictadura…
… y empezó a musicalizar a sus poetas: Tuñón, Boccanera, Ardizzone. Sacaron un disco, lo tocaron donde pudieron. Es lo que estamos escuchando hoy.
Después hubo alguna amenaza, amigos muertos y, sin hacer mucho ruido, se fue con su mujer, Susana, a México.
En México fue músico de Alfredo Zitarrosa y sacó su primer y notable álbum solista, Dejo constancia, sobre poemas de Boccanera, con la participación de Litto Nebbia y el aporte de Silvio Rodríguez en “Qué cazador”.
Aterrizó en la Argentina de la democracia, se mezcló entre la efervescencia y la catarsis de las bandas de rock y sintonizó con la época.
Por la solidez de su cancionero, parecía que Alejandro del Prado iba a ocupar un sitio de nexo entre el rock, el fútbol, el carnaval y la música de raíz al estilo de lo que venía desarrollando Jaime Roos en Uruguay.
Se comunicaba mejor con el rockero que con el tanguero. Adriana Varela, que venía del palo del rock, debutó en Badía y Compañía con dos temas de él: “Mariposa de lujo” y “Tanguito de Almendra.
Después vino la crisis del ’89, año en que EEUU invade Panamá, Alejandro del Prado se encerró, siguió componiendo y siguiendo a su mujer Susana, se fue tres años a España.
Cuando volvió de su período español preparó un concierto en el Piccolo Teatro. Fueron tres personas.
Cuando parecía que iba a quedar en el más absoluto olvido, el sello Acqua records intentó una épica doméstica: que Alejandro del Prado volviera a sacar un disco.
Su estética innovadora de principios de los ’80 se había vuelto fórmula: cualquier fulano lanzaba un disco con murga, candombe, milonga y rock and roll con canciones que hablaban de fútbol.
El texto de este programa fue extraído de dos crónicas periodísticas: un artículo de Mariano del Mazo del 8 de Marzo de 2015 en el suplemento Radar, y de la página www.rock.com.ar.
El disco que escuchamos hoy se llama Yo vengo de otro siglo. Fue grabado por Alejandro del Prado en 2008.
gracias y mil veces gracias or acordarse de este artista tan genial y tan poco reconocido en argentina,por eso es una grata sorpresa haber conocido este blog gracias a buscar grabaciones de a del prado,saludos desde san fernando buenos aires