Su leyenda tiene la dimensión de aquellos que forjaron la historia, y su estatura física no le va en zaga.
Lejos de subirse al pedestal del prócer, elige vivir hoy de acuerdo con los principios que siempre lo han regido por su largo e influyente derrotero musical.
Dentro del cosmos del rock argentino de los ’60 y los ’70, Edelmiro Molinari ha sido uno de sus navegantes más impredecibles.
Tras su paso por Almendra y Color Humano, Molinari se radicó en California entre 1974 y 1996, en un exilio voluntario, simplemente porque quería tocar con músicos negros.
Molinari encarna el sonido más divagante, más exquisitamente volado del rock nacional.
Sus canciones tienen una mística que conjuga las fuerzas de la naturaleza con los designios del cosmos, atravesando las calles y saltando por sobre las bolsas de basura.
El sonido particular de la guitarra de Molinari en Almendra le valió el apodo de La Avispa.
“Si antes me decían La Avispa, ahora deberían llamarme El Oso Panda, porque es el ser más lento del mundo”.
Por Sergio Marchi DOMINGO, 14 DE OCTUBRE DE 2012