Una vez le preguntaron al Mono Villegas cómo hacía para tocar con tanta soltura e imaginación. “Imito a los pianistas negros”, respondió sin vacilar.
¿Existe un jazz a la Argentina?
Basta con hojear la página de espectáculos de cualquier diario, para comprobar que hay un boom de solistas y grupos nuevos de jazz en Bs As, Rosario, Córdoba.
Un circuito de clubes, un festival cada año, una discografía impensable hace no mucho, algún espacio en la radio : el jazz se presenta como una opción válida en la oferta cultural.
Si hay un rock nacional, habrá jazz argentino? La estadística dice que hoy hay muchos más músicos de jazz que nunca antes….en todo el país. Un suceso equiparable a aquel otro de los años 50.
Pero la pregunta de si hay jazz argentino es difícil de saldar. Al hacernos esa pregunta, ponemos en escena las cuestiones del estilo y la identidad.
No la cuestión técnica, ya que la formación de músicos locales es de alta competencia.
Hablamos de estar en el mundo de una cierta manera “jazzística”: un acento, una complicidad, un sobrentendido. Algo así como un dialecto, un desvío geográfico de la lengua.
Partimos de un marco general, el jazz, y le agregamos una torsión local, un giro hacia lo nuestro. Algo que no está en otra parte, que nos permite vincular al jazz con un imaginario en el que nos reconocemos sin trámites.
Resumamos: el jazz en Argentina, en algún punto, toma contacto con lo local, con ese imaginario que huele a nuestro. Ese imaginario puede activarse con un determinado compás ( el seis por ocho de la chacarera), o con una acentuación característica (el tres más tres más dos que nos legó Piazzolla)….
La pregunta inicial no puede resolverse con un mero inventario de argentinismos. Adrián Iaies no suena más argentino que Jorge Navarro porque improvise a partir del tango.
Sin embargo, algo ha hecho que, para la generación de Iaies, tenga sentido explorar el gran libro del tango, salirse de la enciclopedia de Gershwin y compañía.
De un tiempo a esta parte, el jazz en el mundo se viene familiarizando con otras tradiciones, a sonar más allá del góspel, el blues y el standard.
Pasó de la improvisación sobre temas clásicos, a la improvisación sobre temas propios. Quizá no alcance aún para decir que hay un jazz argentino, un estilo de acá.
Si bien no es imperioso que lo haya, hay músicos argentinos que se preguntan qué cosas los vinculan y qué los distingue de músicos de otros lugares.
La música emerge, siempre, de un entorno sociopolítico y lo expresa, aun silenciando lo obvio. Si el jazz nació en un país opresor, a su vez fue el portavoz de una comunidad oprimida.
El hecho de que al jazz lo rechazaran oficialmente tanto los nazis como los gerontes del Este europeo, encarnó una cierta idea de libertad.
Fue tan transnacional como el capitalismo, pero no porque lo expresara o sirviera dócilmente, sino por resistirse a él, al menos a un nivel metafórico.
Al decir del filósofo Walter Benjamin, todo logro de civilización puede también leerse como un documento de barbarie. El jazz, en este sentido, es un testimonio de sufrimiento y discriminación, sublimación de injusticias.
En la medida en que el jazz ya no se limitó a la música afroamericana, se volvió posible imaginar otros sonidos, y otros instrumentos.
El bandoneón de Dino Saluzzi, el laúd árabe Anouar Brahem, y el acordeón del francés Richárd Galliano hoy son aclama dos en festivales de jazz. O el pianista argentino Ernesto Jodos, improvisando a partir de una canción de Spinetta, apela a nuestra memoria emotiva.
El jazz ya no es tanto un género sino una forma de hacer música: articular tradiciones y buscar lo inesperado.
El texto de este programa pertenece a Sergio Pujol, y fue publicado en el número 11 de la Revista Todavía en Agosto de 2005.
Los intérpretes y temas escuchados en este programa fueron: Enrique Mono Villegas, en Moonlight and shadows; Jorge Navarro y Baby Lopez Furst en I mean you; Adrián Iaies en Nunca tuvo novio;
Alfombra mágica en Carnaval hermético; Dino Saluzzi en Gorrión; Hernán Ríos y Norberto Minichilo en Zamba del Carnaval; Ernesto Jodos en Tres algarrobos; Pablo Aslan en Sin palabras; Zaida Saiace en Aquellos tiempos; Y nos despedimos con Hernan Oliva en Tristezas del Plata.