Durante la segunda mitad del siglo XX, en Argentina hubo 3 generaciones más o menos nítidas.
La primera, de fines de los 50 y todos los 60, de moderada efervescencia, condensada en dos figuras emblemáticas: Lalo Schifrin y Gato Barbieri.
La siguiente, la de los 70, se disolvió en el desbande del rock, el autoexilio, el exilio forzado y la dictadura. Una década en punto muerto.
Pero en los 90, el horizonte de la música improvisada en Argentina mostró síntomas de cambio. La tercera generación.
Un grupo como los Jazz Messengers de Art Blakey procesó, formó futuros solistas y líderes hasta los años 80. Nada similar ocurrió en nuestro país.
Acá se da la extraña situación de que los músicos adquieren la categoría de líder sin haber pasado por formaciones anteriores. Una excepción sería la experiencia del cuarteto de Eduardo Casalla, que exhibe un interesante cruce generacional….
…él, que ya no es un pibe, junto a Juan Cruz de Urquiza en trompeta, Hernán Merlo en contrabajo y Ernesto Jodos en piano.
En el disco Improntas, de 2001, el cuarteto de Casalla agrega a la recreación de standards un espacio para composiciones propias.
Más que un sonido específico, ciertos enlaces de acordes, o giros melódicos, el jazz en algún momento empieza a sentirse o pensarse como una herramienta de búsqueda.
Las experiencias de Adrian Iaies y Pablo Aslan, fusionando jazz y tango o tomando como punto de partida a éste, dan lugar a esa búsqueda con las herramientas de aquél.
En la senda abierta por la fusión hacia sonoridades no jazzísticas, se inscriben otros proyectos musicales, como el del guitarrista Javier Cohen, explorando la música rioplatense…….o la del bajista Máximo Rodríguez y su quinteto, recreando elementos rioplatenses y folclóricos.
Estamos ante una nueva generación de músicos que, si alguna vez pasaron por el jazz, hoy andan por territorios sin nombre.
Otro ejemplo de agrupación argentina que transita este territorio sin nombre es el Quinteto Urbano. Esta formación incorpora con inteligencia e ironía los timbres del hard bop, pero en clave local.
Uno de los fenómenos más interesantes es la aparición de un conjunto de músicos vinculados entre sí, interactuando y grabando en distintas formaciones.
Un ejemplo: el saxofonista del Quinteto Urbano también toca o grabó con los grupos “Summer quartet” o “En el aire”. El jazz siempre se alimentó y avanzó a partir de ese vaivén gregario.
Según el crítico músicas Pablo Gianera, en quien basamos los comentarios de este programa, el pianista Ernesto Jodos y el guitarrista Guillermo Bazzola navegan contra la corriente.
En su dúo, o en sus experiencias grupales propias, son el centro de gravedad de lo que empieza a ser el nuevo jazz argentino. Ambos revelan una aproximación concsiente al género, y una relectura del pasado, infectando la música con cierta imprevisibilidad bella y necesaria.
El disco “3D”, del Summer Quartet y Ernesto Jodos, es inaugural: marca la emergencia de un cambio. Señalan el regreso de la composición al jazz.
Lo nuevo es la existencia de muchos proyectos con identidad.
Lo nuevo es la aparición de tantos ejecutantes con un infrecuente dominio de su instrumento.
Y, además, con una voz propia.
Lo nuevo es la experiencia de los músicos estudiando y tocando en el exterior, o la aparición de innovaciones rítmicas, armónicas y tímbricas.
Pero hay algo que todavía está por consumarse: la refundación del género en Argentina, o la invención de otra cosa aún sin nombre.
El texto de este programa pertenece a Pablo Gianera, del artículo “El gato fénix”, publicado en algún número del año 2001 en la Revista Clásica.
En el programa de hoy de LPMR, escuchamos música del pianista argentino Ernesto Jodos, perteneciente al disco “Solo”, grabado en 2004 en el sello BlueArt de Rosario.
Disco a su vez dedicado a otro gran pianista argentino, in memorian, Horacio Larumbe.