"No", mientras molían el maíz en los morteros.
Un "no" como afirmación.
Un "no" que las volvía a la vida y se la daba a todo su pueblo.
Un pueblo que no era ese mendrugo de carne, tendones y huesos
que había sido arriado hasta las orillas de ese río color tierra.
El verdadero, el único,
había quedado a interminables soles y lunas de distancia;
en esos valles, entre las montañas,
donde cultivaban la papa, el maíz y la algarroba.
Los valles donde se paseaban silenciosas y señoriales las llamas.
Un pueblo generoso y aguerrido,
que una y cien veces rechazó al invasor.
El invasor que insistentemente volvió con más armas,
con sus ojos de fuego y su Dios asesino,
y que un día, el del final, pudo vencer.
Y entonces comenzó la gran marcha.
Eran una hilera de muertos
que se arrastraron durante interminables soles abrasadores
e interminables lunas de hielo.
Solo un puñado de carne, tendones y huesos,
llegó a ese lugar chato, gris, sucio, a orillas del río color tierra.
La palabra se ocultó en un hueco del pecho.
Los labios endurecieron...
Hasta hoy que un cosquilleo recorrió los cuerpos de las mujeres,
arrastró la palabra del hueco del pecho,
despertó a la lengua y le dio movimiento a los labios para regalarle al aire ese "NO".
Ese "NO" de mujer, inapelable, triunfal.
Ese "NO" que los hombres aceptaron con un rictus de vida en sus labios,
cuando ellas a la hora del amor abrieron sus almas...
pero cerraron sus piernas.
Los Quilmes decidieron no procrear más.
No dejaron descendencias a orillas de ese río color tierra.
Así vencieron a los conquistadores porque siguieron vivos.
De haber crecido allí hubieran muerto porque no serían ellos.
Pero nada quedó de Los Quilmes a orillas de ese río,
solo un nombre hueco, frío,
que se derrama hasta desaparecer como la espuma de la cerveza.
Allá en los Valles Calchaquíes viven vencedores en la memoria de las piedras.
Texto: Pablo Marrero
Voz: Alicia Carlucci
Música: "Yo estoy aquí" de Verónica Condomí por Condomí, Snajer, Guevara.