Libreto:
Escucha la audio-crónica de Juliana Deguis Pierre, la mujer dominicana que fue a sacar su tarjeta de identidad un día y 10 años después se convirtió en una extranjera dentro de su propia patria. El batey Los Jovillos, en la provincia de Monte Plata de la República Dominicana, no es muy distinto a todos los otros que existen en el país. Se trata de un asentamiento fundado por los haitianos que fueron traídos del otro lado de la isla a lo largo del siglo pasado. Hacía falta mano de obra barata para los cañaverales, así que el gobierno y las grandes empresas azucareras cruzaron la frontera con Haití para reclutar a decenas de miles de braceros.Fue alrededor de los campos de caña que surgieron los barracones donde vivían los obreros. Hoy en día muchos de esos cañaverales han desaparecido, pero los braceros siguen en el mismo lugar donde echaron raíces y tuvieron hijos. Como en cualquier otra historia de inmigración en el mundo, los hijos crecieron para sentirse parte del país donde nacieron. En el proceso dejaron atrás el idioma y algunos aspectos de la cultura de sus padres. Los descendientes, como se le conoce a los hijos y nietos de los braceros haitianos, son ahora los nuevos vecinos del batey, y estos lugares no han cambiado mucho desde los tiempos de Balaguer. Por eso suelen seguir el mismo modelo precario que tenían cuando la azúcar aún era el rey: con sus pisos de tierra y casitas despintadas de madera o hechas con blocs, bloques desiguales de cemento expuesto. Algunos, los más privilegiados, tienen escuelas elementales, pero lo que no suele faltar es un puesto de la lotería nacional donde los vecinos invierten un buen porcentaje del poco dinero que ganan al mes. Los bateyes son, en esencia, lugares que permanecen invisibles para la clase media de Santo Domingo. La pobreza vinculada a la herencia haitiana mantiene a estas comunidades muy alejadas de las corrientes de actualidad, demasiadas veces se quedan afuera de los debates importantes del país. Los Jovillos, sin embargo, se convirtió en un batey imposible de ignorar gracias a una persona en particular. Juliana Deguis Pierre nació allí en el 1984 y a los 18 años fue a sacar su cédula de identidad, el documento que le permite llevar una vida civil a todos los dominicanos. Las autoridades le negaron la cédula porque sus apellidos sonaban “sospechosos”, es decir, haitianos. Hasta ahí todo normal, es muy común que a los hijos de haitianos les nieguen sus documentos a pesar de tener un acta de nacimiento. Pero Juliana hizo algo distinto. En vez de convertirse en una indocumentada dentro de su propio país, ella decidió luchar, y estuvo más de diez años peleando por su cédula, primero en las oficinas de gobierno y después en los tribunales. Su caso dio varias vueltas dentro del sistema legal dominicano y en septiembre del 2013 llegó al renglón más alto, el Tribunal Constitucional. Fue hace un año exactamente que los jueces constitucionales emitieron una sentencia en su caso, y lo normal hubiera sido que la única afectada fuera Juliana. Por eso la decisión tomó de sorpresa a tanta gente. En su sentencia, el Tribunal declaraba que Juliana era una “extranjera en tránsito”, pero la determinación no solo le aplicaba a ella. Más de 200 mil hijos y nietos de padres haitianos estaban incluidos. Aún más, la sentencia era retroactiva, y le negaba la nacionalidad a hijos de haitianos nacidos en la República Dominicana desde el 1929. Eso quiere decir que una persona que nació de padres haitianos en un batey y que no ha salido de allí en más de 80 años se encontraba, súbitamente, sin país. El efecto fue devastador, se había creado una ola humana de zombies en un limbo civil, apátridas sin ningún tipo de nacionalidad. La situación pegó duro en el país y sacó a Juliana y su pequeño batey del anonimato de un solo golpe. El gobierno le daba la espalda a todo un sector de su ciudadanía, y les enviaba el mensaje de que ya no estaban bienvenidos en su casa. De la noche a la mañana la mujer de la sentencia se convirtió en una de las figuras más visibles en la prensa y la televisión. Mientras tanto, el futuro de los descendientes se tornó en un debate urgente. Todo esto fue muy inesperado para Juliana, que estaba acostumbrada a vivir dentro de la invisibilidad del batey, y fue fácil ajustarse a su nueva realidad. Sin manual de instrucciones y con un apoyo muy escaso, tuvo que aprender sobre la marcha a ser la cara pública de la campaña para reconocer la nacionalidad de los descendientes. En el pasado mes de febrero fui a visitar a Juliana a su batey. Quería entrevistarla para Radio Ambulante, una serie de crónicas radiales que se transmiten por internet. Durante nuestras conversaciones surgió la historia de una mujer profundamente cansada. Las complicaciones cotidianas de vivir en una especie de apartheid informal se habían acumulado, dejándola exhausta. Y es que sin cédula todo se hace muy difícil, hasta ganar dinero. Juliana no puede trabajar de manera legal; tampoco puede votar o sacar un pasaporte para viajar fuera del país. Según la sentencia del Tribunal, sus cuatro hijos pequeños, que van de los cuatro a los doce años, también son “extranjeros en tránsito”. Una de las consecuencias es que sólo pueden estudiar en la escuela pública hasta octavo grado. Muchas escuelas les permiten seguir, pero corren el riesgo de no recibir un diploma a la hora de graduarse. La extranjería los marca para el resto de sus vidas. Por eso la lucha continúa, a pesar del cansancio. En el transcurso han surgido varios giros inesperados. La pelea llegó a la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, y los cálculos políticos dentro de la República se hacen cada vez más complicados. Al final, los descendientes quedan atrapados en medio de toda la confusión. El futuro todavía luce igual de inconcluso para muchos, aunque lo cierto es que se trata de una población que ya es parte integral de la República. Y es que por más que el Tribunal insista en excluirlos, los sentenciados no se van a ir a ninguna parte. Para escuchar la audio-crónica completa accede a la página de Radio Ambulante a través de este enlace: Radio Ambulante - See more at: http://www.80grados.net/la-sentencia/#sthash.cy9zelsu.dpuf