Una vez más, el grillo-dragón confrontó la muerte, y salió victorioso al no evadir la fantasía. Al igual que algunos hombres quieren ser enterrados debajo de un árbol para ser digeridos por la tierra, el grillo-dragon pensó que si algún día habría de morir, sería para convertirse en senda, fundir su metálico cuerpo en polvo cosmico del camino.
Pensó que cuando acechase el desguace aumentaría la velocidad con todas sus fuerzas hasta pasar todas las barreras del sonido, de la muerte, de la luz, hasta desintegrarse y hacerse uno con el todo, dejar de ser maquina que precisa ajustes, revisiones, reparaciones, combustible, para ser simplemente camino.
Pero no cualquier camino, claro. Todos conocen el camino cómodo, el que se nos oferta sin cesar por todos los medios; el camino privatizado en el que los derechos más básicos son los jugosos negocios de unos cuantos; el pasillo de supermercado en el que todo encuentra un precio. Pero el grillo anda caminos muy otros, y sabe que el rumbo hacia el sureste no es sencillo, está lleno de subidas y bajadas.
Sabe también que, entre más abajo y a la izquierda más se complica todo sin organización. El grillo zapatista sabe que una flecha que apunta hacia abajo y a la izquierda no anuncia un divertido tobogan, sino que anuncia que hay que preparar la resistencia.
Al galope bache a bache, a salto de tope avanza sin miedo hacia la catarsis, hacia la regeneración completa, el capullo empieza a romperse, pronto abrirá sus alas, sabe volar pues es liviano como nube, pero piensen que unas alas son al grillo lo que la capa a un Superheroe. Un héroe con la cabeza cubierta, un encapuchado que debajo lleva máscara de luchador
El Grillo se lanza desde la tercera cuerda, alza su canto y continua transmitiendo desde la caja de cambios hasta las antenas receptoras de las sierra de puebla. El itinerario cambia a cada mirada al mapa, pero el sentido de la dirección es siempre la correcta; para encontrar el camino hay que estar dispuesto a perderse.