No ahoguen el Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Absténganse de toda forma de maldad.
Que Él, el Dios de la paz, les haga plenamente santos, y que todo su ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que les ha llamado, y él es quien lo llevará a cabo.” Amén.
Una de las características de los cristianos en los primeros tiempos fue la alegría más allá de las persecuciones, las torturas, la discriminación a las que se veían expuestos. Eso mismo hacía que quienes los veían se sorprendieran por ello, los odiaran o se sintieran atraídos por ese Dios que los sostenía hasta en las situaciones más difíciles.
“Estén alegres en el Señor”, ése es el mensaje del evangelio de hoy… pero ¿es así de simple?
Cuando una persona recibe el resultado del test de vih, se encuentra con que está infectado por el virus, y tiene que asumir que su vida cambió para siempre ¿cómo se entienden estas palabras “Estén alegres en el Señor”? ¿es posible vivir con alegría el hecho de vivir con vih?
El texto de hoy también dice “examínenlo todo y quédense con lo bueno” ¿hay algo bueno cuando se trata de vivir con vih?
Seguramente, si hacemos una lista, nos vamos a encontrar con muchas cosas que son malas, pero son muchas más las buenas. Primeramente que la medicina ha avanzado mucho, y hoy se puede llevar una vida normal, ya los efectos colaterales de la medicación son menos agresivos. Lo bueno es que el virus sólo se transmite a través de la sangre, la leche materna, el semen y los fluidos vaginales y penianos, por lo que no hay riesgo al abrazar, besar, compartir vasos, cubiertos o el mate, con una persona infectada. Como el virus actúa destruyendo las defensas, la razón para no compartir un mate o la copa de la Santa Cena, por ejemplo, es cuando estamos resfriados, engripados, o tenemos alguna infección, porque somos un riesgo para la persona que convive con el vih.
Quedarnos con lo bueno es aprender a cuidarnos entre nosotros como comunidad, y tener mayor cuidado con quien es más vulnerable.
El texto de hoy deja muy claro que para Dios somos seres integrales, dice: “Que Él, el Dios de la paz, les haga plenamente santos, y que todo su ser, el espíritu, el alma y el cuerpo…”. Dios nos hace santos en cuerpo, alma y espíritu, no perfectos, sino buscando la perfección, que no es otra cosa que quedarse siempre con lo bueno, hacer el bien, estar alegres, más allá de lo dura o difícil que es nuestra vida.
El cuerpo es parte de esa santidad, tal y como Dios nos lo ha dado, con todas sus funciones, necesidades y deseos. De ahí que nuestra condición sexual también es parte de la obra de Dios, y Dios la bendice: seamos heterosexuales, homosexuales, transexuales. Pero eso mismo nos exige el cuidado de ese cuerpo en todos los sentidos, incluso en el momento de tener relaciones sexuales. Usar preservativo, saber nuestro estado de salud, realizar periódicamente el test de vih, ser responsables en los cuidados para evitar la infección o transmitir el virus a otra persona, es parte de ser cristianos y cristianas, de “conservarnos sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo”, de “abstenernos de toda forma de maldad”.
Dios nos ha llamado a través de nuestro Señor Jesucristo, él, cuando estuvo entre nosotros como una persona, nunca discriminó ni estigmatizó a nadie, ni por su enfermedad, ni por su condición social, ni por su sexualidad, por lo tanto, como hijos e hijas de Dios, somos llamados a actuar como Jesús, en esa misma misericordia.
Esta liberación que sentimos y vivimos como cristianos y cristianas nos hace felices, una felicidad que nos fortalece también. En este tiempo de Adviento, les invito a reflexionar sobre cómo actuamos y vivimos nuestra sexualidad, cuanto cuidado tenemos con nosotros mismos, con las demás personas; que examinemos nuestras mentes y corazones para deshacernos de todo lo malo que hay en ellos, y rescatemos lo bueno, lo santo, lo puro. Tomemos conciencia de que el vih es un gran flagelo a nivel mundial, pero que es posible frenar, incluso terminar con él, si asumimos cada uno, cada una, el cuidado del cuerpo en la prevención. Pero también que una persona con vih primeramente es una persona igual a cualquier otra, y que tiene un lugar dentro del cuerpo de Cristo. Jesús dice “vengan a mí todos los que están cansados de sus trabajos y de sus cargas y yo les daré descanso”, no especifica, por lo que no seamos nosotros quienes hacemos diferencia entre las personas. Amén.
Pastora Estela Andersen