Efesios 3,12
“Libertad”, “confianza”, “fe”. Hay que pensar muy bien para encontrar tres palabras más significativas en nuestra experiencia como cristianos e incluso sencillamente como seres humanos. Y las tres en esta brevísima afirmación de Pablo cuyo peso específico es de conclusión plena.
Hemos sido creados y destinados a la salvación por Dios que nos dio la absoluta libertad de responder. Cristo es el camino, por él se va al Padre, un camino que estamos llamados a transitar, en el que tenemos testimonios de quienes lo han hecho, pero no es una ruta obligatoria. Es la vida ofrecida.
La verdadera libertad se vive cuando la “confianza” y la “fe” pueden ser depositadas plenamente en quien es nuestro refugio y fortaleza. Uno de los grandes dramas de nuestras sociedades amedrentadas e inseguras es que somos rehenes de nuestra imposibilidad de confiar; a veces con motivos fundados y otras no tanto. Incluso se nos hace creer que ser desconfiados es una virtud que nos hará triunfar. “La confianza mata al hombre” dice la sabiduría popular que no deberíamos volver absoluta.
La Biblia es la historia de un pueblo que ha caminado con Dios, que ha tenido momentos de logros y momentos de fracasos, momentos de confianza y momentos de pérdida de la fe. Pero la verdadera constante es la fidelidad de Dios. Él nunca lo abandona.
Tenemos la libertad de transitar el camino de Cristo, o de caminar de espaldas a él. Pero sólo cuando podemos vivir, dormir y un día morir en paz sabiendo que el Señor es nuestro refugio por todas las edades, habremos vivido la plena libertad que en Cristo tenemos.
Oscar Geymonat
Efesios 3,1-13