Juan 15,12
Me has amado, Señor,
desde el mismo instante
en que con ternura me miraste;
me has amado ¡tanto!
Genuino y profundo
ha sido tu amor,
tanta fue la entrega
que encontró una cruz
en su camino
una corona de espinas como cetro.
Y, ahora, Señor,
me ordenas que yo ame
me mandas a darme por entero
que tu amor para con el mundo
sea la medida de mi amor
para con mi hermano
amor jugado y comprometido
amor compartido y ofrecido.
Y me pesa amar, Señor,
como me pesa
la vida vivida sinsentido
¿amar a quién?, pregunto,
amar al otro, al diferente,
al distante.
Permite que en mi vida, Señor,
se refleje un poco
de tu misericordia y de tu amor.
Que pueda amar a mi enemigo,
a quien me odia,
a quien me maldice,
a quien me insulta.
Que sea tierno, Señor,
atento y compasivo,
sensible a toda necesidad
de mano siempre abierta;
como lo fuiste Tú,
como lo es mi Padre.
Que mis pies
multipliquen tus pasos
que tus palabras
sean multiplicadas en mis labios
que mis manos
multipliquen tu abrazo
que mi amor sea
amor multiplicado.
Que tu amor
me permita amar, Señor,
que pueda perdonar sin condena,
que pueda dar sin medida.
Que mi amor sea tan profundo
como el de aquella que derramó
perfume sobre tus pies, Señor,
para que a su vez yo pueda
enjuagar con mis lágrimas
los pies de aquellos
que deambulando marchan;
y, si no puedo amar sin medida,
que la medida de tu amor
sea la mía.
Que pueda amar siempre, Señor,
como tú me has amado.
David Juan Cirigliano
Juan 15,9-17