el mundo, era solo habitado por montañas.
Entre ellas, se encontraban Tunupa, su esposo Cuzco y el hijo de ambos: Piñañe.
Cuentan que Cuzco, aburrido de la vida familiar, huyó un día junto a Cusuña, una bella montaña vecina.
Tras ellos, despechada, salió Tunupa y no paró hasta encontrarlos. Dicen que, mientras Cusuña y Tunupa peleaban, la tierra tembló como nunca y el polvo cubrió los cielos hasta ocultarlas.
(efec. silencio)
Después, en medio del polvo que se disipaba, pudo verse, incólume, la figura de Tunupa. A un costado, la derrotada Cusuña, había perdido su pico, quedando trunca para siempre.
A pesar de esto, Tunupa debió retirarse: Cuzco, decidió quedarse con su amante.
Al regresar a su tierra, se dio cuenta de que, cegada por la furia, había olvidado a su hijo Piñañe.
Cuentan que la tierra no paró de temblar, durante todo el tiempo que Tunupa busco a su hijo. Hasta que, ya sin fuerzas y pensando en el hambre que Piñañe tendría, comenzó a apretar sus pechos, para que de estos, manara leche. Y así, esa leche correría por los caminos, hasta encontrar a su hijo.
Tunupa soñaba que Piñañe, al ir sorbiéndola, encontraría el camino de regreso.
Días y noches derramó su leche
Días y noches derramó su llanto
Así, ambos líquidos fueron fluyendo, hasta quedarse Tunupa, arrugada, y seca.
Cuentan en Bolivia que de allí vienen los salares de Uyuni.
Pura leche, pura lágrima, secadas al sol.
Sin embargo los geólogos nos explican que las formaciones salitrosas del norte de Chile, Argentina y Sur de Bolivia, provienen de antiguos mares evaporados por la acción del sol.
Cuando los ancianos los escuchan decir estas cosas, guardan silencio.
Saben que la ciencia, hay lenguajes que no sabe leer.
América profunda
Pura leche, pura lágrima
Autor: Ricardo Veiga
Voz: Alicia Carlucci
Música: Fernando Tarres, Luciana Pulido y La Raza