FECHA: 27-12-17
REDACTOR: Odalis Acosta Góngora
SONIDO: TEMA DE PRESENTACIÓN
LOC: San Antonio Abad, del mito a la tradición
Hace muy poco tiempo, cuando apenas cursaba la secundaria básica, la Historia de Cuba era de mis asignaturas preferidas, aun cuando comprendía que no era el contenido de los libros lo que atraía mi atención, sino las múltiples leyendas llevadas a la clase por la profesora Estela Pérez.
Vivo en San Antonio de los Baños, una llanura muy fértil del occidente cubano, atravesada por un río, que allá por los años 1500-1523, a ambos lados de sus márgenes, no era más que un bosque donde abundaban las maderas preciosas como el cedro y la caoba.
Años después, para 1760, ante la inminente guerra con Inglaterra, España incrementó la construcción de barcos en los astilleros de La Habana, y la madera para los mismos se extrajo de varias haciendas cercanas, dentro de ellas el Ariguanabo.
Se emocionaba Estela contando aquellas historias puramente locales pero que atrapaban la atención del grupo. Era algo inacabable, que te dejaba con ganas de ver cada día el rostro de la profe frente al aula, tan solo para proseguir la anécdota interrumpida en el turno anterior, o comenzar una nueva.
Hoy encontré algo de tiempo libre para ir al Museo de Historia José Rafael Lauzán, donde trabaja desde hace más de 20 años, ahora como directora de la instalación.
Profe, le dije, ayúdeme a recordar aquel cuento que usted nos hizo del Santo Patrono de la villa: "No es cuento, me aclaró, es parte de la historia de tu pueblo: dicen que cuando España refuerza la construcción de barcos con fines guerreristas, los taladores de árboles llegaban de todos lados, las mejores maderas estaban a la orilla del río y de uno de los grupos, un leñador cae a las profundidades.
Lo curioso de la leyenda es que el leñador salió ileso de ese accidente, aun cuando no sabía nadar. Según él mismo relató, la imagen de San Antonio Abad, se le apareció de la nada y lo haló de lo más profundo hasta dejarlo en la orilla".
De boca en boca corrió la historia contada por aquel talador, y en el año 1765, ya existía todo un caserío que se llamaba igual al milagroso santo, modelo de piedad cristiana.
Con este mismo nombre, en 1794, por orden de la Real Cédula, se funda la villa por inmigrantes canarios que ya se asentaban en la ribera del río Ariguanabo.
Dudo que mi profe de secundaria haya tenido la oportunidad de verificar la veracidad de esta anécdota que ha paso de generación en generación. Lo cierto es que en el centro del pueblo hay una iglesia, y en su interior, fulgura la efigie San Antonio Abad-el santo Patrono-, que cada septiembre sale a peregrinar por la calle principal de la villa.
Fue un comentario de Odalis Acosta Góngora en la voz de..
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