¿Por qué aún en la actualidad Mozart es el emblema de la música?
No es fácil de explicar, pero es casi evidente, del mismo modo que su música.
A primera vista, fácil y accesible, pero a medida que se la escucha y conoce, más laberíntica, alusiva, ambivalente y hasta enigmática.
Durante los últimos años del siglo XVIII, en los que vivió Mozart, de 1756 a 1791, Europa vivía un momento similar a este inicio del siglo XXI. El fin de algo y el comienzo de otra época.
Mozart interpretó con toda exactitud aquel momento, y se limitó a expresar las incertidumbres de una época en transición.
Pero lo hizo con un estilo particular, introduciendo esas incertidumbres en el universo tangible de las formas tradicionales.
Imprimió el carácter de su subversiva personalidad sin invocaciones ni manifiestos, y siempre en virtud de una vitalidad inquieta.
Exacerbada hasta el punto de consumir en breve tiempo sus energías vitales.
Mozart infringió leyes del arte. Abolió la simetría, base de la arquitectura musical, para reemplazarla por un lenguaje en el que se reflejaban los estados de ánimo, las fantasías de una sensibilidad siempre despierta.
Mozart refutó la objetividad, característica del alto magisterio barroco, para abandonarse a la subjetividad.
Renunció a la perfección formal que se exigía a cualquier género musical, ya fuera una sinfonía, una ópera, para expresar lo que captaba de la realidad.
La clave para entender su música está en el teatro mozartiano, con esa forma de mantenerse siempre en vilo entre lo trágico y lo festivo, lo vulgar y lo sublime.
No hubo rincón de Europa donde Mozart no buscara algo para adornar su música.
Durante sus viajes por Europa, Mozart conoció y adoptó los estilos de cada lugar.
En París, escuchó las sonatas de Bach para clave y para violín, y a partir de ellas creó auténticas sinfonías para violín y piano que luego Beethoven tomaría como modelo.
En Londres, Mozart conoció a Johann Christian Bach, hijo de Johann Sebastian. Bach se divirtió con el pequeño Mozart tocando al piano una frase cada uno, improvisando.
La víctima más ilustre del omnívoro Mozart fue Haydn.
Sin su ejemplo, no hubieran nacido las sinfonías de los años maduros de Mozart ni los grandes cuartetos.
En todos ellos antepuso un prefacio en italiano declarando su deuda con Haydn.
En el programa de hoy escuchamos música compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart, perteneciente a dos obras: primero, el Concierto para piano Número 22 en Mi bemol mayor, con sus tres movimientos: allegro, andante y allegro.
Luego, el Concierto para piano y orquesta Número 24 en Do menor, del cual escuchamos el primer movimiento, allegro, y el tercero, allegreto.
Los intérpretes fueron Carmen Piazzini en piano, y la Orquesta de solistas de Leningrado con la dirección de Michail Gantvarg.
Dedicamos el programa a la pálida marquesa, y al pálido marqués.