Cada uno de los caminos aparece señalizado…Se muestra cada uno de los desvíos, cada ramificación y cada detención.
Cuando toca con su trío, los mecanismos son un poco diferentes. Sobre todo porque existe la referencia a un tema.
Que un compositor como Jarret haya decidido remitirse con exclusividad a los temas clásicos o standards, es significativo.
¿Por qué Jarret, que improvisa y compone, se remite a los standards?
Porque la invención nunca queda tan desnuda como cuando se aplica a algo conocido. La creación queda revelada en todo lo que no es el tema, pero que lo evoca.
En el jazz, es característico que el tema funcione en la memoria, casi siempre en ausencia. Esto, en Jarret, es llevado hasta sus últimas consecuencias. Y a veces alcanza con el sencillo truco de invertir la secuencia temporal.
En Jarret, una pequeña partícula melódica o rítmica del tema, aún irreconocible, puede actuar como punto de partida de un desarrollo caleidoscópico, en el que unos motivos derivan en otros, y el tema aparece como un punto de llegada.
Jarret, a veces, canturrea cuando toca. No lo hace bien. Hay como un empecinamiento en ese murmullo obsesivo y desafinado, que dibuja una textura compleja con lo que suena en el piano……y con lo que suena en la visión del espectador del concierto: el pianista parado, tirándose sobre el instrumento, agachado, colgado del teclado, o bailando.
En ocasiones, el murmullo o gemido se impone y acentúa los silencios. En otras, repite lo que va tocando.
“¿Por qué canto mientras toco?”, se pregunta él mismo. Y apunta: “No lo sé. Pero sí estoy seguro de que el instrumento en el que pienso cuando toco el piano es la voz”.
“La voz es el instrumento natural, y si está la voz, está el sentido melódico”.
La otra palabra clave en el mundo Jarret es “llama”. Flame, en inglés. La idea del fuego como la de un saber que ahuyenta y convoca es central en su obra.
Hay un disco de Jarret que se llama “The moth and the flame”, la polilla y la llama. Parece repetirse el mito de Ícaro.
O tal vez a una frase alguna vez deslizada por Gurdjieff, de quien Jarret es seguidor: “No hay que evitar el fuego. Hay que atravesarlo sin quemarse”.
Nada peor para un músico norteamericano de jazz que ser o parecer intelectual. Salvo que sea negro y politizado.
La música de Jarret es indudablemente intelectual, en el mejor sentido de la palabra. El no puede disimular el profundo intelectualismo de su música.
La actuación de sus pasiones y sentimientos serviría para mostrar que lo que suena es visceralmente emocional. ¿Cómo podría no serlo alguien que pone esas caras, canturrea, gime o se contorsiona de esa manera?.
La forma de tocar de Jarret es casi ascética. Nunca hay demagogia ni efectos fáciles. Hasta cuando toca música clásica, en su elección del repertorio hay un rechazo explícito a cualquier clase de ampulosidad.
Jarret, en sus inicios, debió abandonar sus lecciones de piano porque sus padres no podían pagarle ni la profesora ni los viajes de Allentown a Filadelfia. Sin embargo, logró delinear uno de los estilos más importantes en el jazz posterior al bíbop.
Fue músico del Miles Davis, de Charles Lloyd, y sesionista del sello ECM, capaz de ir desde el free jazz más desenfrenado hasta la máxima de las quietudes…… y desde la explosión hasta el silencio.
“La new age duerme las conciencias; es un veneno”, supo decir. “Mi música trata de despertarlas”.
Hoy en LPMR, escuchamos música del pianista norteamericano Keith Yarret, del álbum “Changes” de 1984, en el que aparece en trío junto a Gary Peacock en contrabajo, y Jack DeJohnette en percusión.
Los comentarios del programa pertenecen a Diego Fischerman, publicados en un artículo del 5 de Noviembre de 2000 del Suplemento Radar de Página 12: “El Arte del trío”.