La dictadura le había prohibido sus actuaciones en vivo.
La policía lo tenía fichado por inclasificable.
Y el mundo del Canto Popular lo libraba a su suerte, empujándolo a pedir limosna como parte de sus derechos de autor.
Aun así, se rescató de tanta locura, y grabó “CUERPO Y ALMA”, su tercer y último disco solista.
Tres son los discos que sustentan el mito de la música de Eduardo Mateo.
El primero, de 1972, “MATEO SOLO BIEN SE LAME”, punto ideal para comenzar a disfrutar su música.
En 1976, MATEO Y TRASANTE, el primer disco realmente terminado, y donde muestra sus ambiciones musicales.
Y en 1984, “CUERPO Y ALMA”, menos coherente pero enhebra lo mejor de los anteriores.
Esto es lo que estamos escuchando hoy.
Hugo Fattoruso, el rey de la síntesis, al ser reporteado sobre Mateo, usó tres palabras: “Cincuenta años adelante”.
Jaime Roos se refirió a él con que es el único blanco que, tocando el tambor, no suena como tal ni como negro. Tal vez como árabe.
Para Ruben Rada, Mateo fue un genio, un buda, un John Lennon.
Para Fernando Cabrera, una escuela musical.
Para Federico García Vigil, un individuo absolutamente necesario en la historia de la música de Uruguay.
Para Alberto Magnone, un Charlie Parker.
Y para Jaime Roos, alguien que cristalizó una música con lenguaje uruguayo.
Cada episodio de la vida de Eduardo Mateo es difícil de clasificar en una estructura coherente de pensamiento.
Sin embargo, su obra aparece inconfundible: una referencia inalcanzable para los músicos populares actuales.
Tocar con él fue para todos una experiencia irrepetible.
En paralelo a cada una de sus escuchas, fue desarrollando su propia experiencia en distintos grupos o formaciones: El Bando de Orfeo, Los Malditos, The Knight, El Kinto, sus discos solistas y, finalmente, La Máquina del Tiempo.
Esta no fue la historia completa de Eduardo Mateo, sino el relato de algunos momentos de su carrera finalizada en 1990 con su fallecimiento.
El texto del programa pertenece a dos fuentes: UN ARTÍCULO DE Martín Perez, publicado en el Suplemento Radar en 2009; y otro de Leandro Delgado, publicado en el número 288 de El Pais Cultural.
El disco escuchado hoy en nuestro programa, CUERPO Y ALMA, de 1984, es quizás el punto culminante de su carrera, y uno de los puntos más elevados de la música uruguaya.