Se había ido el tiempo, se había ido el mundo,
se había ido la vida, los fantasmas...
Se habían marchado las estrellas, la luna, el sol,
los venados, los ñanduces, los yacarés...
desaparecieron el hornero, el chajá, el picaflor, el gorrión del monte.
Todo estaba gris, desde la cuchilla Negra al Plata, desde la laguna Merín al Uruguay...
La hora Charrúa era triste como sus miradas, perdidas en un abismo, escondidas en los campos de la pampa.
Solo queda la última pelea, pero hay que darla aunque se pierda,
hay que darla para que otros den nuevas batallas en el mañana,
hay que darla por el corazón de la raza madre,
hay que darla porque no se puede seguir escapando...
Meses atrás los cobardes de Frutos Rivera y su hermano Bernabé emboscaron y mataron mujeres, hombres y niños Charrúas,
o los pasearon amarrados por Montevideo antes de darlos como esclavos,
o los enviaron a Francia para mostrarlos como bichos raros.
El cacique Sempé y un puñadito de rebeldes se escaparon de la humillación, y anduvieron escapados por los campos extranjeros del Uruguay,
obando vacas para sobrevivir, escondiéndose de Bernabé y su ejército...
Pero se terminó el tiempo, y en el norteño potrero del Yacaré, es el encuentro. Los guerreros, cansados ellos y sus caballos,
viendo que los soldados no son muchos deciden dejar de escapar,
deciden dejar de morir... deciden vivir... y atacan a boleadora limpia.
Ahí nomás, Bernabé Rivera conoce la muerte
junto a dos oficiales y nueve soldados...
Ahí nomás besa el piso de la que nunca fue su patria,
ahí paga parte de la matanza de los Charrúas.
Sempé y sus guerreros caerían después.
Pero antes se transformaron en victoria,
antes fueron héroes de la última jornada...
Esa última jornada que reafirmó el espíritu
y dio vida a la garra, para caminar futuros,
la que despertó los pájaros de su canto triste,
Esa última jornada que rescató la sangre...
La que iluminó la vida y parió mil sueños para despertar la estrella...
Autor: Kinto Lucas
Voz: Tati Echagüe
Música: Chango Spasiuk Naná Vasconcelos