Descripción:
fragmentos del libro de Darío Aranda
Santiago del Estero encabeza la lista de desmonte: 515 mil hectáreas en los últimos cuatro años, según datos de la Secretaría de Medio Ambiente. Provincia sinónimo de quebrachales, montes y familias dedicadas a la pequeña producción agropecuaria, fue de las primeras en conocer, de la mano de la soja, el término técnico “avance de la frontera agropecuaria”. Los campos comenzaron a ser reclamados, con escrituras de dudosa procedencia, por empresarios y el nuevo modelo de “desarrollo” comenzó a desalojar, a fuerza de topadoras y armas, a habitantes ancestrales. Al mismo tiempo, comenzó la organización: iglesias, ONG y comunidades de base, que ya articulaban espacios, oficializaron el 4 de agosto de 1990 el nacimiento formal del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase).
“El Mocase nace de raíces cristianas, anarquistas, indígenas y criollas. Recoge sentimientos, la historia y memoria que queda latente en el corazón de los campesinos, la dignidad, sentimiento de libertad, de la necesidad de vincularse con otros y de no permitir que unos dominen a otros. También estuvieron presentes rastros guardados en viejos y viejas del monte, el mestizaje, pueblos de mucha lucha y resistencia”, explica Angel Strapazzón, uno de los históricos referentes.
La creación del Mocase fue un quiebre en la situación rural santiagueña. Diez mil familias organizadas comenzaron a frenar topadoras, enfrentar guardias privados y se transformaron en un actor social que desafió a los empresarios, al poder judicial y político. Y se erigieron como una referencia para organizaciones de otras provincias. En 2001 sufrió una división, originada por diferencias en cómo se tomaban las decisiones.
Un sector -ligado al Programa Social Agropecuario (PSA)- eligió presidente, secretario y una estructura vertical. Permaneció en alianza con el PSA y formó parte de la Federación Agraria. La central de Juríes estuvo luego cercana a la intervención provincial y formó parte de la Federación Tierra y Vivienda (FTV), de Luis D’Elía. En la actualidad, forma parte del Frente Nacional Campesino (FNC).
El otro sector optó por la horizontalidad y decisiones asamblearias. Tiempo después se incorporó a la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y la Vía Campesina, espacio internacional que nuclea a campesinos e indígenas de 56 países. El Mocase-Vía Campesina está conformado por seis centrales y 9000 familias. Luego de la votación en el Congreso, fueron llanos: “Las familias de campo sufren cada día más intentos de desalojos, detenciones y criminalización. Con o sin retenciones, la represión seguirá, las fumigaciones que nos envenenan estarán a la orden del día y seguiremos en la lucha, porque no hay ninguna intención de desarmar el modelo de agronegocios, ni distribución de tierras ni cuestionamientos al actual uso de la tierra. La discusión es entre empresarios del campo y politiqueros de doble discurso”.
Libreto:
A mediados de los ’90, una veintena de instituciones comenzaron a articular en la Mesa de Productores Familiares. Diez años de trabajo conjunto, discusiones, consensos, divisiones y acuerdos llevaron a la conformación del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), integrado por quince mil familias de siete provincias. “Reforma agraria integral y soberanía alimentaria, que es la posibilidad de que el país tenga su propio proyecto alimentario y no que las multinacionales impongan qué se debe producir”, explican como principios del Movimiento, integrantes de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y la Vía Campesina.
“Las llamadas ‘entidades del campo’ sólo pronuncian los dictados de los agronegocios. Su símbolo actual es la soja transgénica, que ha devastado bosques, desalojado comunidades, contaminado suelos y aumentado los precios de los alimentos en el mercado interno. El avance del modelo sojero, iniciado durante el menemismo y acentuado en esta década, significa un desierto verde y contaminado, sin agricultores y ciudades saturadas de familias expulsadas de las zonas rurales”, remarcaron desde el MNCI, y afirman que el principal problema, no debatido en el Congreso, es el modelo agropecuario.
El 17 de abril último, se conformó el Frente Nacional Campesino (FNC), conformado por el Mocase-Juríes y los movimientos agrarios de Misiones (MAM), Formosa (Mocafor) y Jujuy (Mocaju). Apoyaron las retenciones y fueron recibidos en Casa de Gobierno por Alberto Fernández. También hablan de reforma agraria y soberanía alimentaria, explicitan su intención de contar con representantes en la nueva (y aún acéfala) Subsecretaría de Agricultura Familiar. Enrique Peczak, referente histórico del MAM, ya fue nombrado presidente del Consejo del Centro de Investigación para la Pequeña Agricultura Familiar (Cipaf), del INTA.
El 24 de junio, en Rosario, confluyeron el Movimiento Nacional Campesino Indígena, el Frente Nacional Campesino y otro medio centenar de organizaciones. Conformaron la Mesa Coordinadora Nacional, un espacio de articulación amplio y diverso, para luchar por los derechos de los productores familiares y los pueblos originarios. Cuestionaron a las cuatro entidades tradicionales, exigieron participación en las políticas del sector, suspensión inmediata de desalojos y democratización de los recursos naturales. La flamante Mesa Coordinadora, compleja, aún endeble y heterogénea, pretende ser un real espacio de articulación de un sector numeroso, base de la pirámide rural, castigado por las entidades cuatro entidades tradicionales y olvidado por el Gobierno.
FUENTE:
TIERRA ARRASADA DE DARÍO ARANDA
https://darioaranda.wordpress.com/2008/09/22/otras-entidades-otras-demandas/