en la hoguera nocturna del otoño
aspiraba penumbras de Gutiérrez
fríos adoquines de la espera
temblaron los puertos
de todas las sirenas
y los barcos de todos los desiertos
fuimos tristemente hasta Laprida
una nueva desdicha en las aceras
en la gravedad instantánea del oleaje
el cardumen otoñal de la tierra
era un pelícano gaviota en retirada
tu voz ensombrecida de llaneza
contrariaba las arenas de los ojos
la voracidad de nuestros cuerpos
en el estrépito de un fin de semana
fueron almas y cuchillos hundidos
en la arena movediza de las sábanas
inseguros pasos sin otoño
posiblemente la nube de una esquina
la bahía de fresias en las manos
el racimo de claveles en la sangre
marzo de 1993