LOCUTORA Dos peces se han enamorado. Se acercan, juegan, hacen piruetas en el mar.
LOCUTOR El romance culmina cuando la hembra echa un chorro gelatinoso en el agua y el macho lo rocía con su esperma.
LOCUTORA De esos huevitos fecundados y flotantes nacerán pececitos de mil tamaños y colores.
CONTROL MÚSICA SUGESTIVA
LOCUTOR Hace millones de años, unos cuantos peces decidieron salir del mar y conquistar la tierra en busca de nuevos alimentos.
LOCUTORA Aprendieron a tomar oxígeno del aire. Cambiaron aletas por patas para poder moverse.
LOCUTOR Pero no sabían cómo reproducirse fuera del agua.
LOCUTORA A la hora de tener sus crías, aquellos primeros anfibios regresaban al mar y ahí ponían sus huevos, como los peces saben hacer.
LOCUTOR Estos primeros colonizadores de los continentes no podían alejarse mucho de la orilla. Necesitaban charcos de agua para sus huevos gelatinosos.
LOCUTORA Los reptiles encontraron la solución inventando el huevo con cáscara.
LOCUTOR Hace 300 millones de años, los primeros lagartos lograron envolver sus embriones con membranas resistentes e impermeables.
LOCUTORA Este genial invento permitió a los padres internarse en tierra firme, mientras los pequeños crecían en el agua, porque el huevo no es otra cosa que una bolsita de mar fuera del mar.
LOCUTOR Los reptiles no abandonaron el mar, lo hicieron portátil.
LOCUTORA De ahí en adelante, los reptiles pondrán sus huevos en todos los rincones de la tierra, en las selvas, en las sabanas y hasta en los desiertos.
CONTROL MÚSICA SUGESTIVA
LOCUTOR Mientras los reptiles y las aves seguían poniendo huevos con cáscara, los mamíferos inventaron algo más sorprendente aún.
LOCUTORA En vez de empollarlos a la intemperie, con los peligros que esto tiene, decidieron incubarlos dentro de la madre.
LOCUTOR En el saco amniótico de los mamíferos, los embriones se desarrollan flotando en un líquido que tiene la misma composición química del agua de mar.
LOCUTORA Los seres humanos también nos formamos en esta bolsa de agua marina. Al final del primer mes de gestación, tenemos branquias como los peces y una larga cola. Parecemos renacuajos.
LOCUTOR Nuestra madre nos da a luz en tierra y en la tierra vivimos. Pero seguimos siendo del mar. Las dos terceras partes de nuestro organismo no son más que agua salada.
EFECTO OLAS DE MAR
LOCUTORA Durante 9 meses, en el vientre materno, disfrutamos de nuestro pequeño océano personal.
LOCUTOR Tal vez por eso, cuando estamos frente al mar y sus olas, frente al gran útero del mundo, nos sentimos alegres y hasta exaltados.
LOCUTORA El agua nos llama. Queremos volver al mágico elemento del cual venimos y en el que comenzó la extraordinaria aventura de la vida.
BIBLIOGRAFÍA
Piero y Alberto Angela, La extraordinaria historia de la vida, Grijalbo, Barcelona 1999.
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