Una historia muy tierna de una anciana que nos cuenta como fue su infancia y como se siente ahora que está viejita, sentada en un sillón, cansada, agotada de vivir, cuenta su vergüenza al ser aseada y alimentada. Recuerda como añoraba de niña la llegada de su cumpleaños, las vacaciones, la Navidad, sus compañeras de escuela. A sus seis años el papel carbón era mágico porque podía copiar sus trazos. Su primer beso, su novio que luego fue su marido, la luna de miel, la casa propia con sus dos hijos. Su triste viudez, los recuerdos de las primeras arrugas y canas, para ella, el tiempo pasó volando y sin sentirlo. Cuando recuerda a su madre llora, unas veces cuenta su tristeza y otras de tanto repetirlo se cansan de oírle, tal vez no piensan que algún día serán como ella. Su nieta Rosarito muy parecida a su hija menor es la única a la que le gusta conversar y le hace sentir importante. No sabe si quisiera seguir siendo como una plantita que riegan por pena o morir, entonces piensa que si volvería a vivir sería más protestona, viviría la vida con más intensidad. De lo que más se arrepiente es de lo que no hizo. Por ello es importante prestarles atención a nuestros familiares, conocernos y compartir nuestras vidas, mejorar nuestras relaciones para sentirnos queridos y valorados, entregar amor y ternura todos los días.