Deuteronomio 25,13-16
Mi infancia y adolescencia transcurrió en un pueblo de esos donde todos se conocen, y también las mañas comerciales. Sabíamos y evitábamos a aquellos poco honestos con los negocios. Al hacer los mandados, escuché algunas veces decir a mi madre: “No vayas a la verdulería de fulano porque tiene la balanza cambiada y te pesa de más.”
No hay nada nuevo bajo el sol, y ya en la época del Deuteronomio, se usaban distintos sistemas de medidas y pesos. Algunos no muy honestos usaban una medida para la compra y otra para la venta. Hoy lo llamaríamos “una avivada”. Dios condena esa injusticia y ofrece su promesa de bendición a aquellos que cumplen con esta ley: ser honestos.
Hoy vivimos en un mundo en el que no siempre hay honestidad. Se busca generar más ganancias desde las injusticias: la esclavitud, (mano de obra barata, talleres clandestinos, etc.) deterioro del medio ambiente (cultivos que propician la pérdida de la flora y fauna nativas, depredación, contaminación).
Dios nos invita a ser justos, a ser honestos, a respetar su creación. Nos llama a practicar el amor, el respeto por el otro, los valores. Estas reglas –que en principio eran para su pueblo- son hoy valores para nosotros cristianos y cristianas para que tengamos la vida plena que Dios quiere para nosotros.
Querido Señor, ayúdanos a que, así como muchas veces reclamamos que nuestros gobiernos y autoridades sean honestos, también nos exijamos ser honestos unos con otros, a ser justos, a respetarnos mutuamente. Amén.
Juan Dalinger
Deuteronomio 25,1-16