22 DE ABRIL, DÍA MUNDIAL DE LA MADRE TIERRA
Nuestro pequeño y hermoso planeta azul tiene aproximadamente 4 mil 470 millones de años. Esos miles de millones de años de evolución llevaron a la conformación de los bosques, las selvas, montañas, ríos, mares, especies de plantas y animales que hoy convivimos en la Tierra.
Según la investigación científica, la evolución de los primates, que llevó a la aparición de la especie humana, se habría iniciado hace 70 millones de años. Recién entre los 200 y 100 mil años atrás aparece el HOMO SAPIENS, el ser humano moderno. Es decir, el tiempo de existencia de la especie humana es minúsculo en comparación con la edad de la Tierra, sin embargo, hemos modificado el planeta como ninguna otra, sobre todo con la constitución de la sociedad capitalista, la cual se consolidó hace poco más de tres siglos (300 años), causando una destrucción sin precedentes de los ecosistemas terrestres que demoraron miles de millones de años en formarse.
Frágiles y fundamentales ecosistemas como los páramos, están siendo alterados de manera irreversible con diversas actividades, entre ellas la minería, por la arrolladora necesidad de expansión, concentración y centralización de riqueza del capital transnacional.
Los páramos son verdaderas fábricas de agua, por lo que al perturbarlos se pone en riesgo cuencas y subcuencas hídricas que irrigan extensas zonas. Las delicadas funciones de captación, retención, infiltración del agua que cumplen los ecosistemas de páramo se dañan de manera irreparable al alterar el suelo y la vegetación.
Estudios realizados en los páramos andinos en Colombia dan cuenta de que estos abastecen del 70% de agua a la población del vecino país. Sin embargo en el municipio de Tasco de la provincia de Valderrama en el departamento de Boyacá, la explotación minera de carbón deja daños irreversibles en los páramos con el drenaje ácido de minas.
En un informe de diciembre de 2013, Greenpace Colombia señala que: “Estas aguas acidas son consecuencia del proceso de trituración y lavado del carbón, que liberan metales y químicos altamente tóxicos, contaminando no solo los cursos naturales de agua, sino también el suelo y la vegetación. Además, cuando las minas son abandonadas, el agua de lluvia reacciona con la roca expuesta causando la oxidación de minerales de sulfuro de metal. Esta reacción libera hierro, aluminio, cadmio y cobre en el sistema de aguas circundantes.”
Este es sólo un ejemplo de la abundante evidencia científica de los terribles daños ambientales y sociales que la minería provoca en ecosistemas vulnerables de páramo, y sin embargo, para el 2010, 12,53% de los páramos de Ecuador estaban concesionados para la minería, y, dos de los mega proyectos definidos como “de interés nacional” por gobierno actual, estos son el proyecto minero Loma Larga (anteriormente Quimsacocha) y Río Blanco, están situados en bosques protectores del Macizo del Cajas en el páramo andino de Azuay.
Aunque el gobierno se llena la boca del supuesto avance que representa haber reconocidos los derechos de la naturaleza en la Constitución, lo que ocurre en realidad es que se privilegia las demandas del capital transnacional, sin importar los daños a la Pachamama. Para muestra un botón: según un informe del Instituto Francés BRGM contratado por el Municipio de Cuenca en 2013, no existe ni en la zona de Quimsacocha, ni en la de Río Blanco, estudios sobre las aguas subterráneas. Además de las revisiones que se ha hecho del Estudio de Impacto Ambiental del proyecto Río Blanco, ya aprobado por el Ministerio de Ambiente, la información sobre el agua es incompleta, desactualizada, y no contiene la real cantidad que demandará el proyecto. Y en estas condiciones el gobierno se empeña en lleva adelante la minería en los páramos. En el supuesto no consentido de que se explotara el oro, no podremos ni siquiera evaluar a ciencia cierta los impactos sobre el agua y jamás sabremos todo lo que perdimos.
Hay que recordar además que la empresa minera Cornerstone tiene la concesión de 45 mil hectáreas en los páramos azuayos y que se viene un nuevo “remate”, (¡atención!), “subasta pública” de más territorios para actividades mineras, porque el gobierno, respaldado por el silencio cómplice de las autoridades locales, está dispuesto a seguir con esta entrega de nuestros ecosistemas al capital transnacional, violando derechos de las comunidades como la información y Consulta Previa y los de la naturaleza, colocando así a nuestra Pachamama en la más absoluta inseguridad jurídica y total indefensión, el nefasto precedente del desacato al Mandato Minero emitido por la Asamblea Constituyente de 2008, es prueba de esto.
En este día en el que todas y todos estamos llamados a reflexionar sobre la grave situación a la que el sistema capitalista ha llevado a nuestro planeta, es necesario analizar si vale la pena destruir ecosistemas que a nuestra Madre Tierra le tomó miles de millones de años parir, tan sólo para satisfacer la necesidad de generar ganancias para unas cuantas corporaciones transnacionales y sus aliados nacionales.