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500 ENG-AÑOS 13 - DIENTES DE HIERRO SOBRE AMÉRICA LATINA
500 ENG-AÑOS 13 - DIENTES DE HIERRO SOBRE AMÉRICA LATINA
Descripción:

...que también podría llamarse “El Tío Sam y sus 40 ladrones”.

Libreto:
TECNICO —Cabo Cañaveral. Todo listo para el lanzamiento. Astronautas a bordo de la nave. Motores en marcha. ... five, four, three, two, one... ¡zero!

ABUELO —¡Qué maravilla! ¡La ciencia, señora, la ciencia! ¡El hombre subiendo al cielo para investigar los misterios del universo!

VECINA —¿Y a dónde irá ese cohete?, ¿a la luna?

ABUELO —¡Qué luna, señora! A la luna ya le han visto ellos todos los lunares. Este irá, no sé... a Saturno o le sigue la pista al cometa Halley...

COMPADRE —No, éste debe andar siguiendo otra pista. Si supiera, que la mayoría de los satélites norteamericanos no quieren ver la luna ni las estrellas.

VECINA —¿Ah, no? ¿Y qué quieren ver, entonces?

COMPADRE —La tierra.

VECINA —¿La tierra? Pues para ver la tierra no hace falta empinarse tanto ni volar en un peligro de ésos...

COMPADRE —En realidad, más que la tierra, quieren ver lo que hay debajo de la tierra. Sacar fotos. Espiar lo que tenemos. El famoso Von Braum, el inventor de los cohetes, decía que desde allá arriba se podían descubrir los pozos de petróleo desconocidos, las minas de oro, las minas de hierro, los minerales que ellos necesitan para...

ABUELO —¡Oiga! Suena un teléfono... Conteste, señora...

VECINA —¿Aló?... ¿Cómo dice?... Nosotros, por la curiosidad, ya sabe... Claro, claro... En ese caso, disculpe... No se preocupe, ya nos vamos... Y perdone, ¿no?

ABUELO —¿Quién era, señora?

VECINA —No sé, un señor ahí muy furioso...

ABUELO —Pero, ¿quién era?

VECINA —¿Y qué se yo? Un americano, creo... «No se metan en lo que no les importa», dijo. «Seguridad nacional». Parece que no le hace gracia que andemos mirando los avioncitos.

ABUELO —Pues, vámonos de aquí los tres, vámonos...

NORTEAMERICANO —Es cuestión de seguridad nacional, señores. Necesitamos manganeso. Sin ese mineral, no hay industria de acero. Y sin acero, no hay industria de nada. Aquí en Estados Unidos no hay manganeso. Tenemos que conseguirlo donde sea y al precio que sea.

OTRO —No se preocupe tanto, jefe. Lo conseguiremos. Y a un precio muy razonable. En Brasil, hay una maravillosa mina de manganeso. Déjelo en mis manos.

En 1948, llegó a Brasil un extraño personaje. Venía a ocupar un nuevo cargo en la embajada norteamericana de ese país...

NORTEAMERICANO —Hello. Mis respetos, señor presidente.

DUTRA —Muito obrigado. ¿Y usted es...?

NORTEAMERICANO —El agregado mineral de la embajada norteamericana.

DUTRA —¿Cómo dijo?

NORTEAMERICANO —Señor mío, si hay agregados militares, agregados de prensa, agregados culturales, ¿por qué no puede haber un agregado mineral?

DUTRA —Sí, claro, claro... Pero, ¿en qué consistiría su trabajo?

NORTEAMERICANO —Ayudar a Brasil. Ayudarlos a ustedes a aprovechar mejor los recursos minerales que tienen en este gran país. Tomaremos unas copas, señor presidente, y así podremos hablar más en confianza...

El presidente brasileño de entonces, Eurico Dutra, era amigo de la libre empresa y de la inversión extranjera. Era amigo de los norteamericanos. Y también se hizo amigo del nuevo agregado mineral.

NORTEAMERICANO —Pues sí, señor presidente, tenemos una sugerencia. Vea usted, las minas de manganeso del estado de «Mi Papá»...

DUTRA Mi papá, no. Estado de «Amapá». Ustedes siempre tan distraídos...

NORTEAMERICANO —Excúseme, eso mismo, eso mismo... Como le digo, esas minas están desaprovechadas. La «Bethlehem Steel Company» estaría interesada en ponerlas a producir a plena capacidad.

DUTRA —Entiendo, entiendo...

NORTEAMERICANO —Ustedes no disponen de recursos para sacar el mineral. Nosotros tenemos los equipos necesarios. A Brasil le quedará un buen por ciento de los beneficios. Y a usted otro, naturalmente.

El gobierno de Eurico Dutra le entregó a los norteamericanos las minas de Amapá, uno de los yacimientos más ricos del mundo: 40 millones de toneladas de manganeso.

EMPRESARIO —Hello?... Oh, yes... ¿No me diga?... ¿Solamente el 4 por ciento de los beneficios? ¡Esos brasileños...! Sabrán bailar samba, pero en negocios... ¡El 4 por ciento! Okey, okey, un trabajo excelente.

Desde entonces, la Betlehem Steel Company comenzó a mudar montañas de mineral de manganeso desde el Brasil hacia los Estados Unidos.

NORTEAMERICANO —Necesitamos hierro, señores. Nuestras reservas de Minnesotta se están agotando. ¿Cómo van a trabajar las industrias de Pittsburgh, de Cleveland, de Detroit?.. Nuestras empresas se están asfixiando. Es cuestión de vida o muerte.

OTRO —Nosotros tenemos los pulmones. Y ellos tienen el aire.

NORTEAMERICANO —¿Quiénes son «ellos»?

OTRO —Déjelo en mis manos. ¿Cuándo sale el próximo avión para Brasil?

En Brasil, en el Estado de Minas Gerais, se encuentra el yacimiento de hierro más grande del mundo, valorado en 200 mil millones de dólares...

NORTEAMERICANO —Presidente Janio Cuadros: en mi país dicen aquello de que Dios le da chicle a quien no tiene dientes... Je, je... Ustedes no tienen recursos para extraer el hierro de esa mina. Déjennos poner los dientes. La Hanna Mining Company estaría dispuesta a hacerse cargo de todo. Para eso somos amigos del Brasil

CUADROS —Con amigos así, no hacen falta enemigos...

NORTEAMERICANO —¿Cómo dijo? No entiendo...

CUADROS —No, no, nada... es... es otro refrán que dicen en mi país...

NORTEAMERICANO —Ah, ya, okey, okey... ¿Entonces?

CUADROS —Comprenda mi situación, querido amigo. No es tan fácil lo que me pide... Son reservas nacionales que valen una fortuna y...

NORTEAMERICANO —¿Y qué?

CUADROS —Que... que me dé un poco más de tiempo para pensarlo...

La Hanna Mining Company y el gobierno norteamericano continuaron presionando al presidente de Brasil para conseguir el hierro de Minas Gerais...

NORTEAMERICANO —¿Hasta cuándo va a seguir pensando, presidente Cuadros? La Hanna Mining necesita urgente la autorización para poder trabajar sin problemas.

CUADROS —Pero, señor, el hierro de Brasil... es de Brasil.

NORTEAMERICANO —Escuche, amigo: Estados Unidos necesita ese mineral precisamente para defender a Brasil y a toda la civilización occidental. ¿No entiende?

CUADROS —Sí, pero...

NORTEAMERICANO —Deje los peros para otro momento. Señor presidente: en la vida hay que ser ra-zo-na-bles. O Brasil renuncia a esa mina... o usted renuncia a esa silla.

El 21 de agosto de 1961, Janio Cuadros firmó una resolución prohibiendo el negocio de la compañía extranjera. Cuatro días después, los militares brasileños, que eran amigos de la Hanna Mining Company, forzaron la renuncia del presidente Cuadros...

CUADROS —Uff... Bueno, mejor que digan «aquí corrió» que «aquí murió»... ¡A deus, hasta la próxima...!

Pero un levantamiento popular impidió la maniobra. Y quedó al frente del gobierno el vicepresidente Joao Goulart...

NORTEAMERICANO —Presidente Goulart, como le decíamos a su antecesor, en la vida hay que ser ra-zo-na-bles. Podemos llegar a un acuerdo que nos beneficiaría a los dos, a usted y a nosotros...

GOULART —A los dos. Pero no a Brasil. Esas minas de hierro son una riqueza nacional. No habrá autorización.

NORTEAMERICANO —¿Tendré que esperar a que cambie su mente?

GOULART —Pues espere sentado para no cansarse.

NORTEAMERICANO —Señor Goulart, usted ya nos está aburriendo un poco. Su posición atenta contra los intereses de los Estados Unidos de Norteamérica.

GOULART —¿Y los intereses de Brasil?

El 31 de marzo de 1964, los militares dieron otro golpe de Estado contra Joao Goulart. El mariscal Castelo Branco, amigo de los norteamericanos y apoyado por ellos, arrebató la presidencia de la República...

EMPRESARIO —¿Aló...? ¿No me diga...? ¡Al fin lo conseguimos...! ¡Congratulations!... Sí, sí, entiendo, ha sido el triunfo de la democracia frente al comunismo internacional... Felicite de mi parte y de parte del presidente Johnson a... ¿cómo se llama?... Eso, al mariscal Castelo Branco.

La seguridad nacional de Estados Unidos se dio la mano con la seguridad nacional de Brasil. Comenzaron los largos años de las torturas, el exilio, los asesinatos de miles de brasileños. Desaparecieron los derechos humanos y quedaron los derechos de las empresas extranjeras, asegurados por los gobiernos militares.

CASTELO —En la vida hay que ser razonable, ¿por qué no? Brasil necesita inversiones, fuentes de trabajo. Brasil no tiene recursos para poner a producir esa mina por cuenta propia.

El 24 de diciembre, como regalo de Navidad, la Hanna Mining Company recibió la autorización para saquear el hierro del Brasil. Seis meses después, la importante industria petroquímica fue entregada también a las compañías extranjeras.

NORTEAMERICANO —Los aviones no se fabrican sin aluminio, señores. Y el aluminio no se fabrica sin bauxita. Aquí en Estados Unidos casi no hay ese mineral. Nuestro ejército necesita balas. Y las balas necesitan cobre. ¿Dónde está el cobre? Los motores necesitan níquel, cromo. Aquí no hay. Las bombas necesitan uranio. ¿Cómo vamos a hacer la guerra si no tenemos los minerales con los que se hace la guerra? ¿Cómo vamos a ser la primera potencia atómica y militar si no tenemos lo necesario para fabricar una turbina de gas? Señores míos, la situación es grave, gravísima. A no ser que...

En 1964, los aviones de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos sobrevolaron y fotografiaron la inmensa selva de Brasil. Con los equipos más modernos detectaron los yacimientos de minerales radioactivos, las riquezas escondidas en la profundidad amazónica.

OTRO —¡En esa selva hay de todo, jefe!... Mire, mire esto: uranio, cobre, plomo, zinc, oro, plata, diamantes, cuarzo, mercurio... ¡todos los minerales! ¿Qué más queremos! Y todo está, como quien dice, al alcance de la mano!

NORTEAMERICANO —¡Pues metan la mano... y agarren lo que puedan!

EMPRESARIO —¿Yes?... ¿A siete centavos?... ¡No puedo creerlo! ¡Oh, my god! ¡Siete centavos! Por supuesto, compren toda la tierra. La selva entera. ¡Aprovechen! Exacto. Avisaré ahora mismo a las compañías interesadas. ¿Cómo dice?... Claro, también a los funcionarios del gobierno. ¡Si son la misma cosa, hombre!... La misión cultural llegará enseguida.

El gobierno de Brasil dio todas las facilidades para colonizar la selva virgen. Vendió el acre de tierra a siete centavos. Las compañías extranjeras se apoderaron de 20 millones de hectáreas de suelo brasileño.

SOLDADO —¿Y ustedes quiénes son?

BRASILEÑO

GRINGO —De la misión cultural. Yo soy antropólogo. Vengo a conocer indios de la selva.

SOLDADO —¿Y usted?

OTRO GRINGO —Yo ser espeleólogo.

SOLDADO —¿Qué dice?

OTRO —Científico, my friend. Investigador cuevas. Como geólogo, but more complicated, you know. ¿Do you speak english?

SOLDADO —¿Eh...? ¿Y usted?

OTRO —Yo soy entomólogo. Me intereso en las mariposas de Brasil.

SOLDADO —¿Y esos helicópteros? ¿Va a cazarlas desde arriba?

OTRO —Señor, con helicópteros examinar mejor el terreno y terminar más rápido el trabajo. Es misión de carácter cultural.

Y comenzó la cacería. La cacería de indios, para despojarlos de sus tierras. Y para despojarlos de las riquezas que tenían los indios, sin saberlo, bajo sus pies... Los pueblos indígenas de la selva fueron ametrallados desde helicópteros y avionetas. Regaron sobre sus aldeas el virus de la viruela, les arrojaron dinamita, les regalaron azúcar mezclada con estricnina y sal con arsénico. Se vaciaban las comunicaciones de la Amazonía. Se vaciaban también los tesoros escondidos...

DIPUTADO

BRASILEÑO —Esto es un poco demasiado, señores del Congreso. Vean este informe: el contrabando de uranio y minerales radioactivos alcanza ya la cifra de un millón de toneladas. ¡Un millón de toneladas! En diamantes se están sacando cien millones de dólares por año. En plomo, zinc, bauxita, niobio...

Junto con los arqueólogos y geólogos, llegaron también... los «misioneros» gringos...

GRINGO —¡La palabra de Dios! Venimos a predicar la palabra de Jehová en estas tierras abandonadas. A traducir la Biblia a la lengua de los nativos.

Y los lobos disfrazados de ovejas se colaron en Brasil y comenzaron sus «misiones» en las zonas más ricas en minerales, en oro y diamantes...

GRINGO —¡Aleluya, hermanos! ¡Levanten los brazos, miren al cielo, hermanos, miren al cielo... mientras nosotros miramos a la tierra!

Enseñaban inglés a los indios convertidos y regalaban anticonceptivos a las mujeres...

GRINGO —¿Para qué tanto hijo, oigan? Más niños, más pobreza. Más niños, más pecado. Hermanos: ¡olviden la carne y piensen en el espíritu!

Los misioneros norteamericanos promovieron campañas masivas de esterilización en el territorio apenas poblado de la selva. Así habría menos ojos para mirar. Así habría menos bocas para protestar.

COMPADRE —Los disfraces de estos tramposos son muy variados. Vienen como médicos, como Cuerpos de Paz, como misioneros del Instituto Lingüístico de Verano, como técnicos de la AID, de no sé cuántas agencias para el desarrollo... El desarrollo de ellos, claro. Vienen con la Biblia bajo el brazo, con altoparlantes y mucha bulla, fabrican milagros, regalan harina a los pobres, juguetes a los niños... NO hay pueblo ni campo de América Latina en el que no aparezca un farsante de estos. Se cambian el disfraz, pero todos vienen a lo mismo: a espiarnos, a explorar nuestras riquezas y a robarlas.

ABUELO —Ellos, unos farsantes. Pero en Brasil han sido bastante flojos, digo yo.

COMPADRE —¿En Brasil? ¿Y qué me dice de Bolivia, que le regaló sus minas de zinc a la Phillips Brothers, y su estaño a la Internacional Mining Processing, y su gas y su petróleo a la Gulf Oil and Company? ¿Y el petróleo de Venezuela, y el hierro, que se lo entregaron a la US Steel Company? ¿Y a quién le regaló Perú sus minerales de Cerro de Pasco? ¿Y la Cananea Central Copper, llevándose el cobre de México? ¿Y la Alcoa, y la Rosario Mining, llevándose el oro y la bauxita de República Dominicana, y...

VECINA —¡Caramba, pero entonces, qué son nuestros gobiernos, unos agachados, o unos prostitutos, o qué?

COMPADRE —Las dos cosas, señora. Le toman el pelo a nuestros gobiernos. Y ellos se lo dejan tomar. Nuestros gobiernos siempre dicen lo mismo: que no tenemos recursos para hacerlo nosotros. Y entregan los recursos en nombre de la falta de recursos.

VECINA —Como el que vende la vaca porque no tiene dinero para comprar la leche...

COMPADRE —Peor. Porque una vaca puede tener un ternero. Pero los minerales no hacen cría. Estas riquezas de la naturaleza no se renuevan. Lo que los extranjeros se llevan, se pierde para siempre.

Regalamos la patria a pedazos.

VECINA —¡Y dígalo bien alto! ¡Es que no hay patriotismo ni vergüenza ni nada! ¡Si yo agarro a uno de esos gringos, le juro que...!

ABUELO —¡Estése quieta, señora! Así no se arregla nada.

VECINA —¿Ah., no? ¿Y cómo se arregla entonces, dígamelo usted?

COMPADRE —Por ejemplo, nacionalizando. Si, nacionalizando las empresas extranjeras.

ABUELO —No me parece mal. En ese caso, se les devuelve lo que hayan invertido y...

VECINA —Pero, ¿qué dice usted, hombre? ¡Encima eso! ¿O sea que el muerto tiene que pagar también el cajón?

ABUELO —Bueno, señora, yo...

COMPADRE —Nacionalizar. Que sea nuestro, que se quede en el país, al menos, lo que no se han podido llevar todavía los ladrones. Eso mismo decía Salvador Allende. Porque en Chile están las mayores reservas de cobre del mundo. Pero el cobre chileno estaba en manos de la Anaconda Copper Mining y de la Kennecott Copper Mining. En medio siglo, estas dos compañías le habían chupado al país cuatro mil millones de dólares. En un día, el 21 de diciembre de 1970, Salvador Allende, desde el balcón del palacio de gobierno, anunció la nacionalización de la minería. El cobre de Chile sería para los chilenos. Tres años después, el 11 de septiembre de 1973, los militares, entrenados y pagados por los Estados Unidos de Norteamérica, bombardearon el Palacio de la Moneda y tomaron el poder. Chile quedó sumergido en un baño de sangre. Pero las compañías norteamericanas conservaron y aumentaron sus negocios gracias a la libertad de empresa que les concedió el general Pinochet.

¿En qué oficinas de qué empresa se planificó la estrategia del crimen contra Salvador Allende y su gobierno democrático?

¿Quién organizó los atentados y el bloqueo económico cuando Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo mexicano?

¿Qué relación había entre el estaño que comenzaba a refinar Bolivia y el presidente Villarroel, ahorcado en la Plaza Murillo?

¿Quién financió la caída del gobierno de Cheddi Jagan en Guyana, país productor de bauxita y manganeso?

¿Cómo se perdió tan misteriosamente la página once del convenio que había firmado el gobierno de Perú con la Standard Oil?

¿Quién derribó en mayo del 81 el avión en que viajaba el presidente ecuatoriano Jaime Roldós?

¿Quién derribó, apenas dos meses después, el helicóptero donde viajaba el general panameño Omar Torrijos?

¿Qué preocupaba más en Jamaica, el socialismo de Michael Manley o las minas de bauxita que son las mayores de América?

¿Qué preocupaba más en Cuba, la caída de Batista o la pérdida de los grandes yacimientos de níquel y manganeso?

¿Qué compañías petroleras organizaron la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, mandando a la muerte a miles de inocentes, para quedarse con el oro negro de la región?

COMPADRE —La lista es tan larga que no habría archivos en las comisarías del mundo para anotar los robos, las conspiraciones, las siniestras llamadas telefónicas, los contratos que aparecen y desaparecen, los crímenes. Ellos quitan presidentes y ponen dictadores. Y luego, quitan dictadores y ponen presidentes. Y detrás de cada dictador y de cada presidente hay un mineral robado, hay un gran negocio. Y la política siempre huele a economía. El poder tiene fuentes subterráneas. Los informes quedan en secreto. Pero la vergüenza es pública. Los crímenes se cometen y se lloran aquí, en casa. Pero los criminales andan riéndose allá, en las oficinas de la »Hanna Mining Company», y de la »Betlehem Steel Company» y de la...

VECINA —¡Ay, Dios! ¡Otra vez ese teléfono...!

ABUELO —No se ponga nerviosa, señora. Conteste...

VECINA —No, mejor conteste usted...

VOZ TELEFONICA —Se arrepentirán de haber hablado de lo que no se puede hablar. Tenemos los nombres de todos ustedes. Sabemos quiénes son y quién les paga. Este programa está censurado. Es cuestión de seguridad nacional.


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