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500 ENG-AÑOS 19 - LA GUERRA DE LA DEUDA EXTERNA
500 ENG-AÑOS 19 - LA GUERRA DE LA DEUDA EXTERNA
Descripción:

...¿quién le debe a quién?

Libreto:
LOCUTOR —Ultima hora, última hora... Boletín de última hora en cadena especial con todas las emisoras del continente... Atención, estamos trasmitiendo en cadena con todas las estaciones radiales de América Latina... Atención, última hora, última hora, se comunica a todos los habitantes de América Latina que ha comenzado la tercera guerra mundial... Ultima hora...

VECINA —¡Ay, gran poder de Dios!

LOCUTOR —...Según las informaciones recogidas, la tercera guerra mundial se está desarrollando en estos momentos en el territorio de América Latina... Ultima hora, edición especial...

VECINA —¡Pero, Dios santo, corra, corra, vámonos de aquí, que yo tengo los muchachos solos, corra!

ABUELO —Espérese, señora, a ver que den más detalles... No entiendo, esta mañana al salir de casa, todo parecía tranquilo...

LOCUTOR —Millones de niños han muerto ya y han sido arrasadas fábricas y escuelas en todos los países, mientras por las calles de las grandes ciudades vagan centenares de miles de heridos... Ultima hora, en conexión con todas las emisoras...

VECINA —Tenía que ser, tenía que ser... ¡Tanta canallada!

ABUELO —¡Cállese, señora, y deje oir!

LOCUTOR —Ultima hora, alertamos a la ciudadanía del continente que las armas empleadas en esta guerra son más mortales que la bomba atómica y más fulminantes que los rayos láser. Todos estamos en peligro... Ultima hora, repetimos esta información...

VECINA —¡Dios santo, no entiendo! Si no se oye ni una bomba ni un tiro...

ABUELO —Tranquilícese, señora, tal vez sea una novela...

VECINA —Asómese a la ventana, a ver sí ve algo...

LOCUTOR —Hermanas y hermanos latinoamericanos: sí, nos han declarado la guerra. Pero esta es una guerra silenciosa. Es una guerra que no oímos, que a veces no vemos. Pero que ya está destruyendo a todos nuestros países. En vez de soldados, mueren niños. Y en vez de heridos, millones de desempleados van cayendo poco a poco. Nuestro continente se muere por la explosión de la bomba de la deuda externa. Día tras día nos desangramos por el pago de los intereses de esa deuda. Esta es la guerra de los banqueros contra los pobres. La guerra de los países ricos contra los países hambrientos. Alertamos a la ciudadanía a que continúe pendiente de esta cadena radial para tener una puntual información sobre estos trágicos acontecimientos...

VECINA —¿Oyó? ¿Usted oyó el noticiero? ¡La guerra!

COMPADRE —SÍ, sí, claro que oí. Todo el mundo está hablando de lo mismo. Toda América Latina está hablando de eso, de esa guerra de la deuda externa.

ABUELO —Bueno, por lo que entendí, lo de la guerra es una metáfora.

VECINA —¿Una metaqué?

ABUELO —Una metáfora, señora, una comparación.

COMPADRE —Aunque no crea, es una comparación muy bien comparada...

Anualmente, mueren en América Latina un millón de niños menores de un año, víctimas de la desnutrición y de las enfermedades. La mayoría de ellos podría haberse salvado con vacunas que apenas cuestan 20 centavos.

Hay en América Latina más de cien millones de hombres y mujeres desempleados o subempleados. La miseria y el hacinamiento de estas familias, hacen prever para dentro de pocos años un continente poblado mayoritariamente por personas con graves deficiencias cerebrales.

En 1986, América Latina entregó a los banqueros de los países ricos 50 mil millones de dólares como pago por los intereses de su deuda externa. Cada segundo de aquel año salieron de nuestro continente 1,600 dólares hacia los bancos extranjeros para pagar esos intereses. Cada segundo, 1,600 dólares!

COMPADRE —No, no crea que lo de la guerra es una comparación exagerada para meter miedo. ¿Qué es la guerra? ¿No es muerte y destrucción y huérfanos y enfermos y miseria? Pues esta guerra de la deuda externa está causando eso: mucha sangre y demasiada miseria.

VECINA —Pero, no entiendo. ¿Quién paga esos intereses? ¿Las mamás de los niños?... ¿Los desempleados? El que habló por radio dijo que la bomba de la deuda explota, pero no suena. Yo no sé si es que yo estoy alterada, o que seré muy bruta... pero no entiendo. ¿Cómo fue que empezó este problema?

Aunque América Latina estuvo endeudada desde su independencia con los países ricos, la deuda externa de la que tanto se habla ahora es un problema más reciente. Un problema que comenzó por los años 70, cuando empezaron a subir y a subir los precios del petróleo. Y cuando los países árabes y otros países petroleros empezaron a ganar más y más dólares vendiendo petróleo...

ARABE —Ja-la-maj-jatil, jamama?

Que quiere decir...

ARABE —Y ahora, ¿ahora qué hacemos nosotros con tanto dinero?

SECRETARIA —Sí, sí, vamos a darles un buen interés... ¿Hello? Claro, con mucho gusto le abrimos una cuenta... Aceptamos su dinero, cómo no...

Los países petroleros metieron su dinero a toda prisa en los bancos capitalistas. Y era un río de dólares. Unos 900 mil millones de dólares...

ARABE —¡De petrodólares, señorita! ¡Pe-tro-dó-la-res!

BANQUERO —And now, what we will do with this lot of money?

Que quiere decir...

BANQUERO —Y ahora, ¿ahora que hacemos nosotros con tanto dinero?

Los banqueros enseguida encontraron la solución...

BANQUERO —¡Dinero baratoooo! ¡Dineritoooo...! ¡Dólares frescos, acabaditos de pescar!

Los banqueros capitalistas, para no ahogarse en aquel río de dólares, de «petrodólares», salieron corriendo a ofrecer préstamos. Y especialmente, corrieron hacia América Latina...

BANQUERO —Mi general, su país necesita este dinero. Aquí estamos para ayudarlo. En estos préstamos puede estar la solución para salir de la crisis. Díganos, ¿cuánto quiere?

OTRO

BANQUERO —Señor presidente: este es el momento de dar el salto y caer de pie. Su economía enferma necesita esta transfusión de dólares. Acepte nuestros préstamos.

Era el mundo al revés. Nunca antes había pasado así. En vez de ir los gobiernos a pedir los préstamos, eran los mismos banqueros los que corrían a ofrecerlos. Fue de esta manera que nuestros países recibieron en muy poco tiempo un río de dólares...

CHILENO —Y ahora, ¿ahora qué hacemos nosotros con tanto dinero?... Compro ametralladoras, fusiles automáticos, chalecos antibalas, cascos, tanques, picanas... ¡Ahora sí acabamos con los subversivos! ¡Matamos a todos los perros y se acaba de una vez la rabia!

VENEZOLANA —¡Ay, queridito, piensa en ti! Ahora es la oportunidad de hacer ese chalet en la playa. Y la piscina aquí. Y después, nos vamos a Suiza de vacaciones, y abrimos allá una cuenta corriente... ¡Ay, tengo unas ganas de conocer la nieve!

Con aquel río de dólares, los gobiernos hubieran podido levantar hospitales y escuelas, hubieran podido crear miles de puestos de trabajo, y comprar millones de vacunas de 20 centavos. Pero no hicieron nada de esto. Los gobiernos militares compraron armas y maquinarias de tortura. Los gobiernos irresponsables derrocharon en obras inútiles, mientras los pequeños grupos privilegiados de cada país echaban la casa por la ventana...

PERUANA —¡Nos sacamos la lotería, papito!

PERUANO —¡A gozarla, mamita!... ¡Y después, que nos cobren lo prestao!

Además del derroche y de la represión, se calcula que casi la mitad del dinero prestado regresó inmediatamente a los mismos bancos de donde había salido. Se fugó en forma de cuentas corrientes que abrieron en los bancos extranjeros los militares, los políticos, los funcionarios... La verdad es que sólo una pequeña parte de aquel río de dólares se quedó en nuestros países y se invirtió en obras de desarrollo.

VECINA —¿Con que así comenzó esta historia, eh?

COMPADRE —Sí así comenzó esta deuda externa, la guerra de la deuda externa. A los banqueros lo que menos les importaba era en que iban a gastar el dinero los gobiernos. Tampoco les importaba mucho cuando iban a poder pagar todo el capital de la deuda. Es más, ellos sabían que ese capital no se iba a poder pagar nunca. Lo que de verdad les interesaba a ellos era empezar a cobrar intereses.

VECINA —¿Y los empezaron a cobrar, los muy rufianes?

COMPADRE —A cobrar, y a cobrar bien. Porque ese fue uno de sus truquitos: ofrecieron los préstamos con un interés bajo. Y después, empezaron a cobrarlos con intereses cada vez más altos. El «dinerito barato» se puso caro. Estos banqueros capitalistas se comportaron como unos perfectos usureros...

BANQUERO —Venimos a cobrar los intereses.

PERUANO —Aquí tiene. Cinco mil millones.

BANQUERO —No, amigo. Con esto no alcanza.

PERUANO —¿Cómo que no? ¿No prestaron al ocho?

BANQUERO —Pero ahora cobramos al 16.

PERUANO —¿Y por qué?

BANQUERO —Porque sí.

PERUANO —Pero así nosotros nos hundimos.

BANQUERO —Y así nosotros flotamos.

VECINA —Ya veo, ya veo que esta deuda fue un relajo entre banqueros ladrones y gobiernos ladrones. Y ahora, ¿a quién le toca pagar el relajo?

COMPADRE —Bueno, ahora y antes y desde entonces, el relajo lo están pagando nuestros pueblos. Porque mire, muchos de los presidentes y de los militares que recibieron aquel río de dólares, ¿dónde están? Muchos ya se fueron. O los fueron. Pero la deuda, no. La deuda quedó ahí. Ahí le quedó a cada país, como una losa encima. Le quedó a usted, a mí, a todos. Para que la pagáramos todos.

VECINA —Pues no, mijito, ¡no seré yo quien la pague! Porque yo no le pedí a nadie ni un centavo, ni armé un bacanal ni me fui a Suiza...

ABUELO —Pero, señora, a sus años no sea tan ingenua. Usted y yo pagamos. Ni sé yo cómo, pero estamos pagando...

LOCUTOR —En 1986, la deuda total de los países de América Latina llegaba ya a 400 mil millones de dólares. Los intereses de la deuda eran de unos 50 mil millones de dólares al año.

VECINA —¡Oiga esa millonada...!

LOCUTOR —Para pagar esos intereses, cada latinoamericano, anciano o niño, recién nacido o enfermo, hombre o mujer, entregó ese año 150 dólares a los bancos extranjeros..

VECINA —Pues yo no, ¡porque ni los tengo ni pienso darles ni un centavo, caramba!

ABUELO —Deje oír, señora...

LOCUTOR —Quiera o no quiera, lo sepa o no lo sepa, el pueblo latinoamericano es obligado por los banqueros y por su policía, el Fondo Monetario Internacional, a pagar de muchas maneras los altísimos intereses de la deuda. Cuando aumentan los precios del pan, del transporte, de la leche, estamos pagando la deuda externa. Cuando bajan los salarios, estamos pagando la deuda externa. Cuando no hay medicinas en los hospitales, o ni siquiera hay hospitales, estamos pagando la deuda externa. Lo que los gobiernos quitan de alimentos, de oportunidades de trabajo, de escuelas, lo entregan a los banqueros capitalistas para pagar los intereses. De ahí se saca cada año el dinero para pagar la deuda externa. Estamos endeudados desde la cuna hasta la tumba. Y cada niño que nace en nuestros países, nace debiendo más de 1,000 dólares. No trae ya un pan bajo el brazo, sino una pesada deuda sobre sus espaldas.

VECINA —O sea, que el banquero ricachón le presta dinero a los políticos ricachones... ¡y salgo yo endeudada! ¡Habrase visto! ¡Pagan justos por pecadores!

COMPADRE —Pagan, y pagan mucho. Porque la deuda y los intereses han ido creciendo de año en año. Claro, como no tenemos suficiente dinero, ni siquiera para pagarles los intereses, entonces nos prestan más para que se los podamos pagar. Y renegocian, y refinancian, y se inventan todo tipo de fórmulas... y ni así alcanza para pagar. Cada vez debemos más y más dinero. Y ya, ni por las buenas ni por las malas, ya no podemos pagar tantísimo dinero.

MAGO —¡Tantísimo dineroooo! Amigos, ante ustedes... ¡yo mismo! ¡El mago de los dedos rápidos! Vengo a hacerles una demostración que he querido hacer delante de los banqueros, pero ellos, claro, no me lo han permitido. Y esta es mi sencilla demostración... A ver, dígame: ¿cuánta es la deuda externa que debemos los latinoamericanos?

VECINA —Bueno, aquí dijeron que en el año 86 eran... eran 400 mil millones. ¡Oiga eso! ¡Yo ni me imagino tanto dinero amontonado!

MAGO —Pues, para que usted, señora, y usted, señor, y todos ustedes, señoras y señores, se imaginen cuánto es tanto dinero amontonado, el Mago de los Dedos Rápidos ha traído aquí, ante ustedes, un canastón con miles de billetes de 100 dólares cada uno... ¡Miren!

VECINA —¡Uy, cuánta plata, vea eso!

MAGO —Estos, naturalmente, no son los 400 mil millones de que hablamos, ¡pero sí es mucho, mucho, muchiiiiisimo dinero! Y ahora mismo empiezo yo, el Mago de los Dedos Rápidos, mi demostración. Empiezo a contar esta plata. Son billetes de cien dólares cada uno. Cada uno de cien dólares. Voy a contarles rápidamente, uno tras otro, otro tras uno. Y empiezo: 1-2-3-4-5-6-7-8-9-10-11-12-13-14-15-16-17-18-19-20-21-22-23-24-25-26-27-28-29-30 -31-32-33-34-35-36-37-38-39-40...

He contado un billete de 100 dólares cada segundo. Pues si yo, el Mago de los Dedos Rápidos, contara así, un billete de 100 dólares cada segundo, cada segundo un billete de 100 dólares, ¿saben cuánto tardaría en contar esos 400 mil millones que debemos? Pues tardaría... ¡130 años! ¡130 años! 130 años contando todos los días, noche y día, sábados y domingos, sin dormir, sin comer, sin ir al baño, sin lavarme los dientes... 130 años: la barba me llegaría al suelo y me moriría, me moriría y aún no habría acabado de contar lo que debemos... 41-42-43-44-45-46-47-48-49-50-51-52-53-54-55-56-57-58-59-60...¡130 años y no habría acabado de contar! Bien, después de esta sencilla demostración, amigos, quiero hacerles entrega de un bonito regalo. Se trata de esta lámpara... ¡esta lámpara mágica!

MAGO —¡Esta lámpara mágica que aquí les dejo mientras me alejo! ¡Se despide de ustedes, el Mago de los Dedos Rápidos!

VECINA —Y esta lámpara, ¿qué será?

ABUELO —Trae un mensaje... Mire lo que dice: «La deuda o la vida/dice el banquero/y le damos el dinero./Tres deseos ahora pida. Si ese montón de dinero/que se paga al usuario/usted pudiera tener/¿qué es lo que quisiera hacer?/Tres deseos ahora pida». Eso dice. ¿Y qué será esto?

VECINA —¿Cómo que qué será esto? Pues una lámpara maravillosa de ésas que uno las frota y concede los deseos. ¡Esto si que me gusta! Imagínese nosotros con 400 mil millones de dólares...

COMPADRE —Y si usted los tuviera, señora, ¿qué haría usted con todo ese dinero? ¿Cuál seria su primer deseo?

VECINA —¿Yo? Yo... Pues lo primero de todo que yo pediría es la salud. Salud para todo el mundo. Para los niños, para los viejitos... Todos sanos, todo el mundo con salud.

COMPADRE —Pues frote, frote la lámpara...

LAMPARA —Con 400 mil millones de dólares, se harían en cada país de América Latina, en cada país, 500 hospitales completos, preparados con los más modernos equipos médicos. Y además, en cada país se harían miles de puestos de salud para atender las enfermedades menos complicadas. Y aún, aún sobraría mucho dinero... Otro deseo pida.

VECINA —¡Otro! ¡Otro! Todo el mundo sano y aún nos queda dinero. Pida, pida ahora usted su deseo, señor.

ABUELO —No, señora, usted, usted...

VECINA —Bueno... ¿Otro deseo? Pues que todo el mundo pueda comer... Quiero que toda la tierra se siembre y que se siembre bien para que haya buena cosecha y haya mucha comida para todo el mundo... Eso pido, eso... ¡Ande, frote la lámpara!

LAMPARA —Con 400 mil millones de dólares, se podrían sembrar con las mejores técnicas 65 millones de hectáreas de tierra para alimentar a 400 millones de personas, es decir, a toda la población de América Latina, y hasta quedarían miles de toneladas de alimentos para compartir con otros países hermanos... ¡Se acabarían el hambre! Y aún, aún sobraría mucho dinero... Otro deseo pida.

VECINA —Ahora usted, el tercero, ¡usted!

ABUELO —Pues yo lo que voy a pedir es que nadie sea bruto... Que todo el mundo pueda estudiar y saber. Buenas escuelas y universidades para todos los muchachos. ¡Y hasta para los viejos como yo, que nunca es tarde para aprender!

LAMPARA —Con los 400 mil millones de dólares, se construirían 250 mil escuelas con capacidad para 180 millones de estudiantes, es decir, para todos los niños de América Latina. Se acabarían el analfabetismo y la ignorancia... Se acabaría, se acabaría...

COMPADRE —Imagínese usted, imagínese todo lo que podríamos hacer con esos millones que se están llevando los usureros...

VECINA —¿Y... y sí no pagamos?

ABUELO —Sí, pero, ¿y el otro lado del asunto? Imagínese usted lo que nos harían ellos sí no les pagamos...

VECINA —Ay, señor, ¿y qué más da? Si aunque queramos pagar, no podemos. Y aunque podamos... yo, por mi parte, no quiero, caramba, ¡no quiero! ¡Yo quiero los hospitales y las escuelas y la comida! ¿Usted, no?

LOCUTOR —Ultima hora, última hora... Volvemos a hacer conexión con las emisiones de toda América Latina... Ultima hora, última hora... Continúa nuestra edición especial en cadena radial con todo el continente...

VECINA —¡Oiga, más noticias, más noticias!

LOCUTOR —Informamos a todos nuestros oyentes que la tercera guerra mundial, la guerra de la deuda externa, continúa desarrollándose con toda violencia en nuestro territorio... Informamos que al término de este programa, han muerto, víctimas de esta guerra, otros 50 niños. Cada hora que pasa, morirán por hambre 120 niños más. También informamos que continúan aumentando los intereses que matarán este año a un millón de niños latinoamericanos. Ultima hora, última hora... Se informa que la tercera guerra mundial se desarrolla también en los países de Asia y Africa, que la guerra de la deuda externa declarada por los banqueros, afecta a todo el Tercer Mundo... En próximas emisiones informaremos de la tragedia de esos países hermanos...


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1 COMENTARIOS
alejandro perez / 19 de abril de 2015

Hace unos años, escuche por una emisora local esta obra.Dicho relato,en forma didáctica procura explicar la colonización de nuestra américa. Asi que debo agradecerle a todo el equipo.